sábado, 3 de marzo de 2012

Capítulo 20: William Walton y Laurence Olivier (1944-1970)


  • William Walton: 29 de marzo de 1902 (Oldham, Inglaterra) - 8 de marzo de 1983 (Ischia, Italia).
  • Laurence Olivier: 22 de mayo de 1907 (Dorking, Inglaterra) - 11 de julio de 1989 (Steyning, Inglaterra).
Orquestadores habituales: Roy Douglas y William Walton.

   Resulta imposible disociar el término intelectual de las figuras del compositor William Walton y del actor Laurence Olivier. Dos eruditos que han pasado a la historia del arte como genuinos representantes de una generación de autores e intérpretes británicos que han dotado a sus creaciones de un acentuado eclecticismo, tales como Arthur Bliss, Ralph Vaughan Williams, Gustav Holst, Malcolm Arnold (compositores), John Gielgud, Ralph Richardson o Charles Laughton (actores).
   William Walton cuenta tan sólo con 13 scores en su filmografía pero, pese a su escasa intervención para la pantalla grande, es considerado como uno de los compositores cinematográficos británicos más respetados e influyentes. Nacido en 1902 en el seno de una familia de raíces musicales (su padre era un reputado organista y profesor de canto, y su madre fue cantante antes de su matrimonio), Walton fue un músico en gran medida autodidacta, algo muy poco común entre los compositores coetáneos de las islas. Notablemente influido por una de las personalidades más notables de la vida musical del Oxford de principios de siglo, Hugh Allen, quien le introdujo en el estudio de autores como Igor Stravinsky, Maurice Ravel, Edward Elgar, Georg F. Händel o Jean Sibelius, pasó innumerables horas en la biblioteca de la Universidad de Oxford estudiando a los compositores que más admiraba. Sus primeras obras fueron, en su mayor parte, composiciones para piano y voz solista, siendo la jazzística Façade (1921) el inicio de una serie de creaciones marcadas por la dulce mano del éxito, de las que sobresalen su Concierto para viola y orquesta (1928) y la imponente cantata Belshazzar's Feast (1930). Su creciente fama le abrió las puertas del cine inglés, siendo su primer score la adaptación de la obra teatral de Margaret Kennedy Escape me never (1935). Un año después firmaría su primera colaboración con el actor Laurence Olivier: Como gustéis (As you like it, 1936). Fue asimismo el preámbulo shakespeariano a la que sería una asociación entre ambos cineastas, que se iniciaría con Olivier como realizador a la vez que intérprete en el filme Enrique V
   Nacido un 22 de mayo de 1907 en la ciudad de Dorking, situada a unos 40 kilómetros al sur de Londres, Laurence Kerr Olivier, mostró desde su infancia un inusual talento por la actuación; a los diez años ya interpretaba incluso al Bruto del Julio César de William Shakespeare, autor del que acabaría convirtiéndose en un consumado especialista. Su oportunidad le llegaría en los años treinta al incorporarse a la prestigiosa compañía del Old Vic Theatre, desarrollando a la vez una brillante carrera en el cine inglés (su primera película sería un pequeño papel en Too many crooks en 1930). Su ascendente fama le lleva a Hollywood, donde protagonizaría en 1939, junto a Merle Oberon, el melodrama de William Wyler Cumbres borrascosas, punto de inflexión tanto personal como profesional que marcará el rumbo de su vida como comediante. Con posterioridad, y durante toda su carrera, alternará Hollywood e Inglaterra, y en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial su estrella brillará en producciones como Rebeca, Lady Hamilton o Los invasores. Sin embargo, Olivier era consciente de la trágica realidad que vivía el mundo a principios de los años 40, por lo que tuvo buenas razones para rescatar la figura de uno de los monarcas más carismáticos y amados de la historia de Inglaterra: Enrique V. De esta manera, e impulsado por su profundo conocimiento de la obra que William Shakespeare dedicó a su inmortal figura (estrenada en 1599 y titulada originalmente Henry V: The Chronicle History of Henry the Fifth), así como por su patriótico afán de inspirar, aunque sólo fuera mediante la propaganda cinematográfica, a sus atribulados conciudadanos, Laurence Olivier se embarcó en la producción, adaptación, realización e interpretación del clásico del gran escritor inglés. Enrique V (Henry V, 1944) se centra en los hechos históricos ocurridos antes y después de la celebérrima Batalla de Azincourt (otoño de 1415), en la que se enfrentaron ingleses y franceses, y que supuso una de las victorias británicas más notables de su historia. Aunque Olivier ya conocía a William Walton gracias a Como gustéis (así como a la versión radiofónica del Cristóbal Colón de Louis McNeice), no fue él quien tomó la iniciativa de contratarle, sino su ayudante de dirección y también productor ejecutivo Dallas Bower. Según afirma el arreglista y compositor Christopher Palmer en la edición de Chandos, primer disco de una tetralogía dedicada a la obra cinematográfica del músico inglés e interpretada de manera magistral por Neville Marriner y la Academy of St. Martin in the Fields, "Olivier decía de Walton que era uno de los más importantes conocedores de la obra de Shakespeare; quizás no en el mero sentido académico, aunque Olivier había adivinado que el pasión, la nobeza y el esplendor shakespearianos no tenían igual, lo cual exigía una música británica portadora de dichas cualidades. Así, el único compositor contemporáneo que las poseía para Olivier era Walton". Enrique V se abre con un imponente y mayestático 'Prologue' que se sitúa un primero de mayo de 1600 en el que se anuncia la representación en el teatro Globe londinense La historia del rey Enrique V y la Batalla de Azincourt en Francia, pieza de Will Shakespeare. En este primer y significativo tema Walton ya muestra sus cartas con alegórica claridad; coro y orquesta se unen armoniosamente para presentar al espectador la historia de un rey que es símbolo de lo patrio, para la que Walton se sirve de una combinación de motivos que juegan con la pompa típica de lo regio, los aires marciales, las melodías populares y las voces femeninas representantes de lo festivo.
   'Embarkation' recupera el sentido enfático tan próximo a la circunstancia de Edward Elgar, autor de enorme influencia en todos los scores de Walton, quien, no obstante, nunca acentúa en exceso sus melodías, evitando con ello resultar demasiado retórico, aunque una percepción superficial pueda parecerlo en un principio. La partitura continúa con una serie de cortes que subrayan con notable vigor el trágico texto de Shakespeare y la acción propiamente dicha. Con el emotivo 'Interlude', lírico canto escrito en forma de réquiem, Walton no sólo rinde homenaje a los personajes caídos en batalla, sino a todos sus compatriotas fallecidos en el frente europeo. En el sitio de la ciudad francesa de Harfleur el rey pronuncia uno de sus más reconocidos discursos en forma de monólogo: "¡Una vez más a la brecha, queridos amigos; una vez más, o tapiemos la línea de sus murallas con nuestros muertos ingleses!". Es un tema que combina a la perfección el sosiego, la tensión y el éxtasis propios del preludio  de una batalla, y que culmina con un arrebatada exposición en la que viento y percusión parecen desear iluminar la paradójica grandeza de la guerra. El tema más extenso lo constituye 'Agincourt', en el que se describe la batalla final del filme a través de motivos que retoman el carácter solemne del prólogo, al que dota de las oportunas porciones melodramáticas, y personificadas en el monólogo del día de San Crispín. Tras la victoria ante las tropas galas, Walton recupera el tono festivo inicial en 'At the french court', concluyendo con un epílogo pleno de energía sinfónica en la que el coro y la orquesta resplandecen celebrando la reconciliación. 
   Laurence Olivier recibió, entre otros, los premios al mejor actor por la Asociación de Críticos de Nueva York y la National Board of Review, además de un Oscar honorífico (curiosamente en 1947) a su triple labor como actor, guionista y director en Enrique V. Por su parte, Walton fue nominado por la Academia al mejor score del año (lo acabaría ganando Hugo Friedhofer por Los mejores años de nuestra vida). Tras el reconocimento internacional por el filme, Olivier sintió de nuevo la llamada de William Shakespeare para enfrantarse a un nuevo reto cinematográfico: la adaptación del clásico de los clásicos, Hamlet (1948). La historia del compungido príncipe danés, víctima del deseo de vengarse de la muerte de su padre por culpa de su tío Claudio, quien, usurpador, ostenta la corona y, además, la mano de su madre Gertrudis, es el argumento perfecto para un artista como Olivier, quizás el más capacitado en su momento para adaptar e interpretar un drama de tal calado emocional. La empresa necesitaba también la sapiencia musical de Walton, quien a principios del otoño de 1947 se puso a escribir la que acabaría siendo su obra cinematográfica más significativa. La grabación de la partitura, interpretada por la Orquesta Filarmonía de Londres, concluyó en enero de 1948. La creación de Hamlet estuvo muy marcada por la enfermedad y posterior fallecimiento de la pareja de Walton, Alice Wimborn; es muy difícil no sentir su recuerdo desde el pentagrama en los monólogos, las marchas fúnebres o la recreación musical del afligido personaje de Ofelia. Pero la escritura de Walton va mucho más allá de la consternación, pues en Hamlet hallamos, de nuevo, el énfasis y la grandeza de Enrique V en cortes como 'Prelude' o 'Fanfare and soliloquy', pasando por la recreación teatral vivaz y  hasta cierto punto melancólica que es 'The Mousetrap'. Con la tragedia de las muertes de gran parte de los personajes principales (Laertes, Ofelia o el propio Hamlet) concluye, a modo de marcha funeraria final ('Finale. Funeral march'), una pieza musical que es considerada una de las obras cumbre de la cinematografía mundial, y por la que Walton consiguió su segunda y última nominación al Oscar. Por su parte, Olivier lograría dos estatuillas al mejor filme (productor) y al mejor actor. 
   Desde Hamlet hasta Ricardo III (1948-1955), Olivier solamente intervino como actor en tres películas, lo cual demuestra que durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial  su carrera en el séptimo arte estaba más centrada en el mundo del teatro. Con la mencionada Ricardo III (Richard III, 1955), repitió  nominación al Oscar al mejor actor, consiguiendo a su vez el Bafta al mejor largometraje británico del año. Un nuevo reconocimiento que confirma el apoyo de la Industria a un autor al que nunca le intimidó el origen clásico de sus adaptaciones. La obra de Shakespeare se sitúa en un momento especialmente convulso de la historia de Inglaterra, la Guerra de las Dos Rosas, que supuso el advenimiento de los Tudor. Traición, honor, ambición, muerte; temas clásicos de la literatura universal que protagonizan una historia en la que un intrigante y codicioso Ricardo III representa, en su deformidad psíquica y física, el lado oscuro de la monarquía absolutista. La música de William Walton se abre, como no podía ser de otra manera, con un preludio dominado por el órgano, la sección de viento y percusión de la orquesta. Fanfarrias y música procesional protagonizan un comienzo de gran espectacularidad centrado en la coronación del rey Eduardo IV, hermano de Ricardo ('Prelude', 'Coronation'). Dicha temática ritual se reitera en 'The Prince of Wales', en donde Walton juega con los motivos medievales propios de la época con aquellos más ceremoniosos, pero que terminan mostrando, a través de sutiles disonancias, la evolución trágica de los acontecimientos. Ricardo III concluye con los épicos temas 'Bosworth field' (descripción musicalmente vigorosa de la crucial batalla campal) y 'Death of Richard and Finale', en los que vuelve a relucir su equilibrado estilo académico enriquecido por un atinado sentido de lo armónico, deudor del Elgar más pomposo y circunspecto.
   La última colaboración entre Olivier y Walton tuvo lugar quince años después con otra adaptación de un clásico teatral, pero en este caso de la literatura rusa: Tres hermanas, de Antón Chéjov. La película, ambientada en una pequeña ciudad provinciana de la Rusia de finales del siglo XIX, relata la historia de tres solitarias y románticas hermanas cuya existencia sobrevive entre ensoñaciones y deseos de felicidad que acaban en frustración y, finalmente, en tragedia. Olivier comparte dirección con John Sichel, otro especialista en dramaturgia, a la vez que se reserva el papel del  fracasado doctor Ivan Chebutikin. El score huye de la aparatosidad sinfónica de las precedentes obras y se refugia en la calidez de un tema principal protagonizado por un sosegante piano que juega con el vals como si quisiera mostrarnos la placidez de la vida campestre. Pero dicha melodía no es, en realidad, un reflejo de la felicidad humana sino una excusa para describir una serie de relaciones humanas que deambulan entre la esperanza y el desasosiego. Tres hermanas (Three sisters, 1970) es una obra incomprendida, aún sin editar salvo en una pequeña suite orquestal, que merece mucho mayor reconocimiento por su certera plasmación de un mundo en el que la ilusión se confunde con la realidad.

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