- Bernard Herrmann: 29 de junio de 1911 (Nueva York) - 24 de diciembre de 1975 (Hollywood).
- Alfred Hitchcock: 13 de agosto de 1899 (Leytonstone, Londres) - 29 de abril de 1980 (Los Ángeles).
Orquestador habitual: Bernard Herrmann.
Sin la menor duda, la pareja músico/director más importante de la historia del cine es la formada por el estadounidense Bernard Herrmann y el británico Alfred Hitchcock. Dos genios, dos egos enfrentados pero, al mismo tiempo, conjuntados en una simbiosis artística que nos ha legado algunos de los momentos visuales y sonoros más impactantes e influyentes del siglo XX.
Su relación empezó en noviembre de 1954 con Pero...¿quién mató a Harry?, singular título en la carrera de Hitchcock. Fue el inicio de un vínculo no sólo profesional sino también personal que duró cerca de doce años, hasta el penoso percance a raíz del score finalmente rechazado de Cortina rasgada en 1966. Entre medias, bandas sonoras ya inmortales hoy en día: El hombre que sabía demasiado (55), Falso culpable (56), Vértigo (58), Con la muerte en los talones (59), Psicosis (60) y Marnie, la ladrona (63); el caso de The birds (62) merece una mención aparte, pues, en el fondo, el músico neoyorquino tan solo creó una serie de efectos sonoros que imitaban dramáticamente a los pájaros protagonistas de la historia.
The trouble with Harry (Pero...¿quién mató a Harry?) es posiblemente la composición más rica de Bernard Herrmann desde el punto de vista melódico. En 1968 escribió que "era una película alegre, macabra, tierna y con abundancia de ingenio sarcástico". Todo en ella gira alrededor de apuntes musicales aderezados de pinceladas cómicas, dramáticas y líricas. Es pues esta triple visión de géneros la que aporta al score una gama cromática de sorprendente belleza y esplendor.
Tras este prólogo tan prometedor, Hitchcock y Herrmann se enfrascaron un año después en un proyecto bien opuesto: The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado). Remake del anterior filme dirigido por el propio realizador inglés en 1934, la historia de una pareja de turistas estadounidenses a los que secuestran a su hijo en Marruecos es resuelta tonalmente por Herrmann de manera bien diferente al anterior proyecto, pues en este caso nos encontramos para empezar con una obertura en los títulos de crédito de acentuado carácter melodramático, a la que seguirá una sucesión de temas quizás demasiado incidentales centrados, en mayor medida, en el dibujo de las situaciones del argumento. Como aspecto curioso, es de reseñar la aparición del propio compositor en el clímax final en la sala de concierto, donde se interpretaba la música original de Arthur Benjamin para la versión inglesa, en concreto su Storm Clouds Cantata, arreglada para la ocasión por Herrmann.
En 1956, con The wrong man (Falso culpable), ambos cineastas retomaron su afán por recrear las atmósferas claustrofóbicas propias del thriller, pero en esta ocasión con resultados muy irregulares; de hecho, se trata tanto de una película como de una partitura de innegable solvencia, pero de oscura frialdad. Herrmann se decantó por las sonoridades próximas al jazz, en un desvío estilístico que retomaría muchos años más tarde.
Dos años después llegaría una de las obras maestras del séptimo arte: Vertigo (Vértigo. De entre los muertos). Hitchcock, con su envidiable toque, recreó una fantasía romántica casi épica para la que Herrmann compuso su score más representativo. Tomando como referencia la obra de Richard Wagner, en especial en el leitmotiv del tema de amor, diseñó una obra de acabado perfecto, sin ningún tipo de altibajo y que, desde la perspectiva que dan los años, resulta del todo cautivadora. Así, la historia de amor entre Scottie Ferguson y el doble personaje de Madeleine Elster y Judy Barton es evocada por el pentagrama de Herrmann de una manera sutilmente delicada, pero sin dejar de lado el componente trágico inherente a la novela D'entre les morts escrita en su origen por Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Curiosamente, en la posproducción los directivos de la Paramount intentaron convencer a Hitchcock de la necesidad de incluir una canción pop escrita por Jay Livingstone y Ray Evans, autores de temas tan reconocidos como Tammy, Bonanza o Qué será será; por fortuna, se impuso la coherencia. Tras acabar la composición Herrmann se encontró con una huelga de músicos que impedía que se realizara la grabación del score en los Estados Unidos, por lo que se vio forzado a admitir que tuviera lugar en Viena bajo la dirección de Muir Mathieson, cuyo labor siempre fue criticada por el compositor.
Tras esta aventura digna del más impetuoso amor loco, en 1959 Hitchcock y Herrmann dejaron de lado los dramas narrativos anteriores para desquitarse con una nueva comedia: North by northwest (Con la muerte en los talones). Partiendo de un 'Main title' al más puro estilo del Hollywood de la edad de oro, Herrmann se amparó en las jocosas notas tradicionales de un fandango español, las cuales servían de atinado y lúdico prólogo a la historia de un ciudadano inmerso muy a su pesar en una trama de espionaje internacional. En Con la muerte en los talones volvemos a encontrar el abanico de estilos típico en el maestro nacido en Nueva York, intensificados ahora aún más si cabe. Es todo un festín musical sin freno, que desemboca en una catarsis sinfónica en el Monte Rushmore.
Al año siguiente el realizador británico hizo su incursión en el cine de terror con Psycho (Psicosis). Descontento en un principio con los resultados tras un montaje inicial, decidió estrenarla directamente en televisión; pero su amigo Benny le convenció de lo contrario al mostrarle la música escrita para la célebre escena del asesinato en la ducha. Herrmann no dudó un instante al ver la película en adaptar su atonal composición 'Sinfonietta for strings (Sinfonieta para cuerdas)', escrita en la década de los 30, consciente de que los instrumentos de cuerda serían el perfecto acompañamiento para retratar la odisea del horror que es Psicosis. Él mismo, además, bautizó a su obra como una 'sinfonía en blanco y negro', modelo perfecto a posteriori de gran parte de las películas de terror gótico.
En 1963 llegaría, tras el paréntesis que supuso The birds (Los pájaros), la última colaboración entre los dos genios: Marnie (Marnie, la ladrona). Como en el caso de Vértigo, Herrmann se decantó por una creación de exacerbado lirismo, ejemplificado en su intenso tema central. La crítica de entonces no tuvo ninguna piedad con la película, a la que calificó, en el mejor de los casos, de menor. Fue, junto a la incipiente y paranoica envidia del director inglés hacia el músico neoyorquino, además de la continua presión por parte de los ejecutivos de la Universal, uno de los principales motivos de la posterior ruptura entre Herrmann y Hitchcock, todo ello a raíz de la producción Torn curtain (Cortina rasgada) en 1966. Hitchcock deseaba en realidad una banda sonora muy al estilo de los años 60, cuando imperaba el toque Mancini. En el momento de las sesiones de grabación, y tras asistir atónito al festival atonal que es el 'Main title', a años luz de su anhelado sonido aterciopelado, le indicó a Herrmann que su composición no era, ni de lejos, lo que él deseaba. Esa misma noche, y por teléfono, tuvo lugar la discusión acalorada que provocaría el cisma definitivo entre dos artistas cuyos egos eran más fuertes que el propio amor al arte. 'Mira, Hitch...Tú no haces películas pop. ¿Qué quieres de mí? Además yo no escribo música pop'. La conversación entonces subió cada vez más de tono, terminando de manera abrupta. Fue el fin de una amistad de doce años. Los aficionados perdimos la oportunidad de poder disfrutar de nuevas obras maestras.
Aparte de las mencionadas colaboraciones para la gran pantalla, es de destacar también la mantenida en el medio televisivo. Desde 1963 hasta 1965 Herrmann compuso la música de 17 episodios de la serie The Alfred Hitchcock hour (La hora de Alfred Hitchcock), de reciente edición por el sello Varèse Sarabande. Muy en la línea temática de la anterior The Twilight Zone (6 episodios desde 1959 hasta 1963), The Alfred Hitchcock hour resulta una obra en apariencia sencilla; sin embargo, Herrmann supo imprimir su peculiar dominio de lo incidental, permitiendo que unas historias en el fondo marcadas por la ingenuidad resulten, al final, mucho más efectivas.
The trouble with Harry (Pero...¿quién mató a Harry?) es posiblemente la composición más rica de Bernard Herrmann desde el punto de vista melódico. En 1968 escribió que "era una película alegre, macabra, tierna y con abundancia de ingenio sarcástico". Todo en ella gira alrededor de apuntes musicales aderezados de pinceladas cómicas, dramáticas y líricas. Es pues esta triple visión de géneros la que aporta al score una gama cromática de sorprendente belleza y esplendor.
Tras este prólogo tan prometedor, Hitchcock y Herrmann se enfrascaron un año después en un proyecto bien opuesto: The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado). Remake del anterior filme dirigido por el propio realizador inglés en 1934, la historia de una pareja de turistas estadounidenses a los que secuestran a su hijo en Marruecos es resuelta tonalmente por Herrmann de manera bien diferente al anterior proyecto, pues en este caso nos encontramos para empezar con una obertura en los títulos de crédito de acentuado carácter melodramático, a la que seguirá una sucesión de temas quizás demasiado incidentales centrados, en mayor medida, en el dibujo de las situaciones del argumento. Como aspecto curioso, es de reseñar la aparición del propio compositor en el clímax final en la sala de concierto, donde se interpretaba la música original de Arthur Benjamin para la versión inglesa, en concreto su Storm Clouds Cantata, arreglada para la ocasión por Herrmann.
En 1956, con The wrong man (Falso culpable), ambos cineastas retomaron su afán por recrear las atmósferas claustrofóbicas propias del thriller, pero en esta ocasión con resultados muy irregulares; de hecho, se trata tanto de una película como de una partitura de innegable solvencia, pero de oscura frialdad. Herrmann se decantó por las sonoridades próximas al jazz, en un desvío estilístico que retomaría muchos años más tarde.
Dos años después llegaría una de las obras maestras del séptimo arte: Vertigo (Vértigo. De entre los muertos). Hitchcock, con su envidiable toque, recreó una fantasía romántica casi épica para la que Herrmann compuso su score más representativo. Tomando como referencia la obra de Richard Wagner, en especial en el leitmotiv del tema de amor, diseñó una obra de acabado perfecto, sin ningún tipo de altibajo y que, desde la perspectiva que dan los años, resulta del todo cautivadora. Así, la historia de amor entre Scottie Ferguson y el doble personaje de Madeleine Elster y Judy Barton es evocada por el pentagrama de Herrmann de una manera sutilmente delicada, pero sin dejar de lado el componente trágico inherente a la novela D'entre les morts escrita en su origen por Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Curiosamente, en la posproducción los directivos de la Paramount intentaron convencer a Hitchcock de la necesidad de incluir una canción pop escrita por Jay Livingstone y Ray Evans, autores de temas tan reconocidos como Tammy, Bonanza o Qué será será; por fortuna, se impuso la coherencia. Tras acabar la composición Herrmann se encontró con una huelga de músicos que impedía que se realizara la grabación del score en los Estados Unidos, por lo que se vio forzado a admitir que tuviera lugar en Viena bajo la dirección de Muir Mathieson, cuyo labor siempre fue criticada por el compositor.
Tras esta aventura digna del más impetuoso amor loco, en 1959 Hitchcock y Herrmann dejaron de lado los dramas narrativos anteriores para desquitarse con una nueva comedia: North by northwest (Con la muerte en los talones). Partiendo de un 'Main title' al más puro estilo del Hollywood de la edad de oro, Herrmann se amparó en las jocosas notas tradicionales de un fandango español, las cuales servían de atinado y lúdico prólogo a la historia de un ciudadano inmerso muy a su pesar en una trama de espionaje internacional. En Con la muerte en los talones volvemos a encontrar el abanico de estilos típico en el maestro nacido en Nueva York, intensificados ahora aún más si cabe. Es todo un festín musical sin freno, que desemboca en una catarsis sinfónica en el Monte Rushmore.
Al año siguiente el realizador británico hizo su incursión en el cine de terror con Psycho (Psicosis). Descontento en un principio con los resultados tras un montaje inicial, decidió estrenarla directamente en televisión; pero su amigo Benny le convenció de lo contrario al mostrarle la música escrita para la célebre escena del asesinato en la ducha. Herrmann no dudó un instante al ver la película en adaptar su atonal composición 'Sinfonietta for strings (Sinfonieta para cuerdas)', escrita en la década de los 30, consciente de que los instrumentos de cuerda serían el perfecto acompañamiento para retratar la odisea del horror que es Psicosis. Él mismo, además, bautizó a su obra como una 'sinfonía en blanco y negro', modelo perfecto a posteriori de gran parte de las películas de terror gótico.
En 1963 llegaría, tras el paréntesis que supuso The birds (Los pájaros), la última colaboración entre los dos genios: Marnie (Marnie, la ladrona). Como en el caso de Vértigo, Herrmann se decantó por una creación de exacerbado lirismo, ejemplificado en su intenso tema central. La crítica de entonces no tuvo ninguna piedad con la película, a la que calificó, en el mejor de los casos, de menor. Fue, junto a la incipiente y paranoica envidia del director inglés hacia el músico neoyorquino, además de la continua presión por parte de los ejecutivos de la Universal, uno de los principales motivos de la posterior ruptura entre Herrmann y Hitchcock, todo ello a raíz de la producción Torn curtain (Cortina rasgada) en 1966. Hitchcock deseaba en realidad una banda sonora muy al estilo de los años 60, cuando imperaba el toque Mancini. En el momento de las sesiones de grabación, y tras asistir atónito al festival atonal que es el 'Main title', a años luz de su anhelado sonido aterciopelado, le indicó a Herrmann que su composición no era, ni de lejos, lo que él deseaba. Esa misma noche, y por teléfono, tuvo lugar la discusión acalorada que provocaría el cisma definitivo entre dos artistas cuyos egos eran más fuertes que el propio amor al arte. 'Mira, Hitch...Tú no haces películas pop. ¿Qué quieres de mí? Además yo no escribo música pop'. La conversación entonces subió cada vez más de tono, terminando de manera abrupta. Fue el fin de una amistad de doce años. Los aficionados perdimos la oportunidad de poder disfrutar de nuevas obras maestras.
Aparte de las mencionadas colaboraciones para la gran pantalla, es de destacar también la mantenida en el medio televisivo. Desde 1963 hasta 1965 Herrmann compuso la música de 17 episodios de la serie The Alfred Hitchcock hour (La hora de Alfred Hitchcock), de reciente edición por el sello Varèse Sarabande. Muy en la línea temática de la anterior The Twilight Zone (6 episodios desde 1959 hasta 1963), The Alfred Hitchcock hour resulta una obra en apariencia sencilla; sin embargo, Herrmann supo imprimir su peculiar dominio de lo incidental, permitiendo que unas historias en el fondo marcadas por la ingenuidad resulten, al final, mucho más efectivas.