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domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 19: Max Steiner y Michael Curtiz (1936-1954)



  • Max Steiner: 10 de mayo de 1888 (Viena) - 28 de diciembre de 1971 (Hollywood).
  • Michael Curtiz: 24 de diciembre de 1886 (Budapest) - 10 de abril de 1962 (Hollywood).
Orquestador habitual: Murray Cutter.
   La edad dorada de Hollywood se extiende desde finales de los años 20, coincidiendo con la llegada del cine sonoro, hasta comienzos de la década de los 60, momento de decaimiento de una industria que sentía cómo la televisión se afianzaba dentro del mundo audiovisual. Durante dicho período, los grandes estudios (Fox, MGM, Paramount, Warner Bros., Columbia, Universal, United Artists y RKO) afianzaron la idea de que el séptimo arte debía potenciar su lado empresarial pero sin obviar su carácter estético. Productores como Daryl F. Zanuck, Samuel Goldwyn, Jack L. Warner, Hall B. Wallis o Louis B. Mayer desarrollaron asimismo la idea del "star system", mediante la cual los actores eran contratados en exclusiva y a largo plazo, con el objetivo de asegurarse el éxito de sus filmes, potenciando indirectamente la mitificación de los intérpretes más carismáticos. El incesante éxito del cine norteamericano provocó que, ya desde sus inicios mudos, un gran número de profesionales del viejo continente, la mayoría obligados por causas políticas, emigraran a la soleada California en busca de nuevos horizontes. La llegada masiva de talentos europeos enriqueció sobremanera una industria que demandaba de manera imperiosa  nuevos rostros y, sobre todo, grandes profesionales. En esta etapa, en concreto a finales de la década de los 20, dos impetuosos artistas como el compositor austriaco Max Steiner y el director húngaro Michael Curtiz, llegaron a un Hollywood sediento de creatividad.
   Max Steiner (Maximilian Raoul Steiner) es considerado como el "padre de la música de cine",  el creador de un lenguaje musical basado en lo narrativo, precursor de un estilo que, hasta el momento, no existía. Dotado especialmente para la melodía, el subrayado de diálogos y la descripción tonal de la acción, se apoyó en la suntuosidad de unas orquestaciones (por lo general obra de Murray Cutter) cuya textura potenciaba lo espectacular. Su padrino fue el gran compositor alemán Richard Strauss, siendo su padre un empresario vienés que quiso que su hijo tuviera ya desde niño una educación profundamente musical. Así, a la temprana edad de 6 años, en 1894, entró en la prestigiosa Academia Imperial de Música, recibiendo clases del mismísimo Johannes Brahms, una de sus más claras influencias, a la vez que de la mayoría de los compositores contemporáneos, como el citado Richard Strauss, además de Richard Wagner, Felix Mendelsohnn o Piotr I. Tchaikovsky. A comienzos de la Primera Guerra Mundial, cuando tenía poco más de 25 años, se encontraba en Londres y sus orígenes austriacos provocaron que fuera declarado en determinados círculos políticos como enemigo del pueblo británico. Por fortuna, y gracias a la mediación del duque de Westminster, consiguió un visado de salida del país, llegando a Nueva York en diciembre de 1914. Tenía entonces 26 años. En la ciudad de los rascacielos trabajó como arreglista, director orquestal y orquestador de operetas y musicales de autores tan notables como Jerome Kern o George Gershwin, cuyo estilo le sirvió de inspiración en su primera etapa en la meca del cine, Hollywood. A la ciudad californiana llegó contratado para la orquestación y supervisión musical de la versión europea del musical de 1929 Rio Rita. Fue su primer contacto con la productora RKO, para la que Steiner trabajaría durante los siguientes siete años, al principio incluso sin acreditar (la labor de compositor aún no estaba demasiado reconocida dentro de la Industria), destacando sus scores para King Kong (la banda sonora clave de su filmografía y, por extensión, del séptimo arte), La patrulla perdida y El delator, su primer Oscar de la Academia (recibiría otros dos en los años 40 por La extraña pasajera y Desde que te fuiste). En 1936 fue contratado como director musical por el emblemático productor independiente David O. Selznick para su "major" Selznick International Pictures; sin embargo, tras componer la música de El pequeño lord y El jardín de Alá en 1936, es cedido a la Warner Bros. para escribir la partitura de La carga de la brigada ligera. En este punto, Steiner era consciente de que trabajar con Selznick implicaba un ritmo de composición anual mucho más lento del que estaba habituado con la RKO. De este modo, su intranquilidad fue aprovechada por Jack L. Warner para ofrecerle una oferta que le ofrecía la posibilidad de componer como él deseaba, es decir, para un mayor número de películas por año. Selznick aceptó a cambio de ceder al músico austriaco para determinadas producciones futuras (Lo que el viento se llevó es el caso más significativo). Fue el comienzo de una colaboración con el estudio que se extendería durante las siguientes tres décadas, y para el que escribió en 1937 su celebérrima fanfarria de los títulos de crédito.
   La carga de la brigada ligera (The charge of the large brigade, 1936) es, como se mencionaba con anterioridad, el primer score de Max Steiner para la Warner Bros., además de su primera colaboración con Michael Curtiz. Director de origen húngaro cuyo nombre real era Kertész Kaminer Manó, trabajó en la cinematografía de su país natal desde 1912 hasta 1919, momento en el que se instaló en Viena, donde dirigió cerca de 20 películas. En 1926 llegó a los Estados Unidos, iniciando una prolífica carrera como realizador hasta 1961 (Los comancheros), siendo considerado como uno de los cineastas más camaleónicos y profesionales de la historia. Su estrella comenzó a brillar a la vez que la del actor Errol Flynn con la producción de Hal B. Wallis y Jack L. Warner El capitán Blood, de 1935. Juntos trabajarían en filmes de gran éxito como la citada La carga de la brigada ligera, además de Camino de Santa Fe, Robin de los bosques, El halcón del mar o La vida privada de Elizabeth y Essex. En el caso de La carga de la brigada ligera, fue la segunda película con Curtiz y narra la historia de Geoffrey Vickers, mayor del ejército británico en la India, quien, tras ser atacado su fuerte mientras se encontraba de maniobras, promete vengar la muerte de docenas de inocentes niños y mujeres. Acción, romance y aventura histórica, géneros de gran popularidad en los años 30, conforman la temática de una película efectiva y, a la vez, efectista cuya mayor virtud es la composición musical de Max Steiner. La banda sonora recorre todo el espectro cromático que caracterizará el estilo del genio austriaco, y que da prioridad al sentido operístico del argumento, centrando su estructura melódica en el desarrollo de motivos temáticos variados que potencian el carácter melodramático de la historia. Así, tras el tradicional prólogo en forma de 'Main title' (que, por cierto, rinde un sincero homenaje a Erich Wolfgang Korngold en la anterior El capitán Blood), Steiner otorga prioridad a la dualidad entre creaciones ligeras de influencia centroeuropea ('At he lancer's ball', 'Elsa's waltz') y tonalidades más enérgicas y marciales ('Attack of the suristanis', 'The charge of the large brigade') que fortalecen el componente épico del largometraje. 
   Kid Galahad (1937) será la siguiente producción en la incipiente relación entre Steiner y Curtiz. Protagonizada por un trío de estrellas como Edward G. Robinson, Bette Davis (a quien Steiner compuso la música de más de 20 películas, tales como Amarga victoria o La carta) y Humphrey Bogart (en un rol que empezaría a encasillarle como malvado de la función), Kid Galahad se centra en el corrupto mundo del boxeo, al que el ingenuo guion de Seton I. Miller aporta las inevitables dosis de romanticismo. La banda sonora fue una de las 9 que compuso en 1937, siendo la única en la que el artista centroeuropeo no apareción en los títulos de crédito, algo muy habitual al comienzo de su carrera pero excepcional en ese momento, y, sobre todo, tras haber recibido un Oscar por El delator. La posible causa se puede encontrar en  su incidentalidad excesivamente acomodaticia, pues se trata, en realidad, de una composición irrelevante y retórica, características que se reiterarán en En busca del oro (Gold is where you find it, 1938), cándido western protagonizado por Olivia de Havilland y George Brent ambientado en una violenta California de finales del siglo XIX en la que se enfrentan rancheros y buscadores de oro. Como suele ser tradicional, una vez más romance y drama perviven en singular armonía.
   Con Cuatro hijas (Four daughters, 1938), cuyo principal protagonista masculino es un cínico compositor fracasado (John Garfield), Max Steiner encontró la excusa perfecta para escribir un score en el que desarrollara su principal obsesión como autor: la creación de temas extensos en forma de pequeñas suites sinfónicas, huyendo del tópico hollywoodiense de motivos breves y poco desarrollados. Tomando la forma de emotivo poema para piano y orquesta, Cuatro hijas es una de sus piezas más líricas y sentidas, y su estructura tonal revela la afirmación de un lenguaje, de un estilo que marcará todas y cada una de sus bandas sonoras de corte romántico, y que será fuente de inspiración con posterioridad a especialistas del género como Frank Skinner o Hugo Friedhofer.
   El siguiente peldaño será otro filme realizado el mismo año de 1938: Ángeles con caras sucias (Angels with dirty face). Nuevamente Curtiz y Steiner se reencuentran con el cine de gánsteres, en una historia protagonizada por los dos actores más emblemáticos del género: James Cagney y Humphrey Bogart. Una ciudad de Nueva York sórdida y turbia representada por la mafia, pero, a la vez, tierna y sensible de la mano de un honesto sacerdote (Pat O'Brien) que lucha contra el poder de los malhechores. Dos mundos antagónicos descritos por el pentagrama de Steiner de manera vehemente y feroz, otorgando prioridad a los instrumentos de viento y a la percusión, en un conjunto intensamente dramático que, años después, Miklós Rózsa perfeccionará con mayor solidez gracias a obras como Forajidos o La jungla de asfalto.
   1939 fue un año decisivo y extenuante en la vida de Max Steiner, pues en él compuso su score más reconocido, Lo que el viento se llevó, una obra de gran complejidad que, pese a que el propio autor la consideraba como demasiado irregular debido a la premura de tiempo, en el fondo se trata de una banda sonora intachable. Además de la película producida por David O. Selznick, Steiner intervino en otros doce largometrajes, tres de ellos realizados por Michael Curtiz: Dodge, ciudad sin ley, Hijas valerosas y Cuatro esposas. El primero, originalmente titulado Dodge city, supone una nueva cita con Errol Flynn, en esta ocasión interpretando a un honesto sheriff que se encuentra solo ante la amenaza de la típica (y tópica) banda de forajidos en el Kansas de 1866. Secundado por su inseparable Olivia de Havilland, Flynn reincide en su papel de galán imperturbable ante el desaliento. El score huye sorprendentemente de los lugares comunes del estilo americana que encumbraron músicos como Aaron Copland, Jerome Moross o Elmer Bernstein. Los elementos folk sí están presentes en más de un pasaje, pero en muchos momentos se tiene la sensación de encontrarse ante una banda sonora alejada de los cánones del cine del oeste y más centrada en la descripción de los personajes. En cuanto a Hijas valerosas (Daughters courageous),  Curtiz vuelve a trabajar con el equipo técnico y artístico de Cuatro hijas e intenta repetir el éxito de la misma. Resulta un claro ejemplo de los valores tradicionales que la Industria pretende inculcar, y la música juega para ello un papel preponderante gracias al hecho de enfatizar todos y cada uno de los recovecos sentimentales. Finalmente, Cuatro esposas (Four wives) se trata de una secuela de Cuatro hijas, y en ella Max Steiner realiza una vibrante adaptación del tema compuesto por Max Rabinowitz, en concreto 'Mickey Borden's theme',  personaje interpretado de nuevo por John Garfield. Modelo perfecto del lenguaje de la edad dorada de Hollywood, Cuatro esposas recupera el espíritu romántico de su predecesora al que le imprime aún más elocuencia, en especial en su arreglo de título afrancesado 'Symphonie moderne', suite sinfónica para piano y orquesta que ha sobrepasado el celuloide para convertirse en una pieza de concierto muy habitual en Estados Unidos.
   Oro, amor y sangre (Virginia City, 1940) es la demostración del perfecto funcionamiento del "star system" impuesto por los productores en Hollywood, pues nos encontramos una vez más juntos a Bogart, Flynn, Curtiz y Steiner. Western ambientado en plena Guerra Civil, es la excusa idónea para que el talento de Steiner saque a relucir toda una amalgama de melodías que resaltan tanto la acción como el romance, pero sin dejar de lado las oportunas adaptaciones de temas tradicionales, como, por ejemplo, 'The battle hymn of the Republic" (original de Julia Ward Howe) en el significativo epílogo titulado 'Abraham Lincoln'. Tras Oro, amor y sangre, Errol Flynn y Michael Curtiz realizaron el mismo año dos nuevos largometrajes: El halcón del mar (con impresionante música de Erich W. Korngold) y Camino de Santa Fe (Santa Fe Trail, 1940). Este último describe los comienzos del conflicto entre el Norte y el Sur, pero desde una perspectiva casi descaradamente conservadora, enfatizada por una partitura de carácter marcial, en apariencia exagerada y ampulosa, pero muy efectiva gracias a la sutilidad de un autor siempre hábil en la correcta aplicación de los elementos melódicos.
   Estrenada cuatro meses antes del ataque japonés a Pearl Harbor (diciembre de 1941), Dive Bomber (1941) es un filme basado en hechos reales que relata la investigación de un médico del ejército estadounidense acerca de los desvanecimientos de los pilotos cuando realizan vuelos a gran altura. Errol Flynn y Fred McMurray interpretan los roles principales de una producción en espectacular Technicolor (nominación al Oscar). Rodada en un momento en el que Hollywood empezaba a ser consciente de la importancia del cine propagandístico, Dive Bomber cuenta con una partitura conformista cuyo trasfondo castrense es reflejado a través de marchas militares adecuadamente acompañadas de subrayados episódicos, características que se reiterarán en Capitanes de las nubes (Captains of the clouds, 1942), filme protagonizado por James Cagney que redunda en el género bélico (un indisciplinado piloto que, tras el discurso de Winston Churchill, se alista en el ejército canadiense). Curiosamente, Cagney ganaría su único Oscar por la siguiente película de Michael Curtiz, Yanqui Dandy.
   El 26 de noviembre de 1942 se produjo la première internacional en Nueva York de la que acabaría siendo la película más icónica de la historia del cine: Casablanca. Rick Blaine, Ilsa Lund, Victor Laszlo, el capitán Louis Renault, Ugarte, el mayor Heinrich Strasser, Ferrari, Sam; una serie de personajes   cuyo carisma ha sobrepasado todas las fronteras. Con la ciudad marroquí de Casablanca como exótico decorado, el filme narra la historia de amor imposible entre Rick (Humphrey Bogart) e Ilsa (Ingrid Bergman), quienes, tras vivir un apasionado romance en la ciudad de París a principios de la Segunda Guerra Mundial, ven truncada su relación cuando ella descubre que su marido, Victor Laszlo (Paul Henreid), no ha muerto en un campo de concentración nazi tal como ella creía. Basada en la obra teatro original de Murray Burnett y Joan Alison, el guion, en más de un  momento improvisado a lo largo del mismo rodaje, fue redactado a tres manos por Julius J. Epstein, Philip G. Epstein (quienes destacaron los componentes cómicos del relato) y Howard Koch (centrado en las partes melodramáticas e históricas). Desde el punto de vista musical, gran parte de la fama de Casablanca reside en la canción compuesta en 1931 por Herman Hupfeld As time goes by, incluida en la película porque aparecía en la obra de teatro original. Sin embargo, en la posproducción el músico austriaco convenció a Hal B. Wallis y Jack L. Warner para reemplazarla y escribir una propia, pero se encontraron con un singular inconveniente que les impedía volver a rodar las escenas que incluían la canción de Hupfeld: en ese momento Ingrid Bergman se había cortado su pelo ya que estaba rodando Por quién doblan las campanas. De esta forma, Steiner tuvo que aceptar el hecho de componer un score cuyo tema central no era suyo y dejar de lado su arrogancia de artista. Fue, en cierta manera, un aliciente para escribir una música que en más de un momento hace sombra a la idiosincrasia de As time goes by. Temas como 'Main title: Prologue', 'Rick and Renault' o 'Airport finale' coexisten armoniosamente con canciones como la citada, el himno francés 'La Marseillaise' (Rouget de Lisle) o 'Knock on wood' (M. K. Jerome y Jack Scholl), configurando un conjunto de sorprendente acabado que tiene en 'Paris montage' el máximo exponente de coherencia. Casablanca consiguió en 1944 tres Oscar de la Academia: mejor película, mejor guion y mejor director (el único en toda la carrera de Michael Curtiz).
   Las 'major' de Hollywood se encontraban en pleno desarrollo de los filmes de propaganda, cuyo exponente más radical y surrealista, si se analiza con perspectiva, fue Misión en Moscú (Mission to Moscow, 1943), adaptación de la obra original de Joseph E. Davis, embajador de los Estados Unidos en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Rodada en un momento en el que Stalin era un aliado del país americano, resulta comprensible la ingenuidad de políticos y artistas a la hora de realizar un retrato positivo del sanguinario dictador ruso. Ironías de la historia de las que Steiner no pudo abstrarse, realizando una obra menor, a años luz de la genialidad de Sergei Prokofiev para las películas de Sergei Eisenstein.
   Los dos últimos filmes de la etapa propagandística de Curtiz y Steiner fueron This is the army (1943), prescindible comedia musical con trasfondo bélico protagonizada por un imposible Ronald Reagan, que contó con la mera colaboración incidental de Max Steiner junto a Ray Heindorf (quien se llevó el Oscar a la mejor adaptación y no Steiner al no estar acreditado), y Pasaje a Marsella (Passage to Marseille, 1944), nueva colaboración con Humphrey Bogart, Claude Rains y Peter Lorre tras Casablanca. Historia de aventuras con trasfondo bélico que parece querer desprenderse del halo publicista y centrarse en recuperar el aroma de las añoradas cintas de finales de los años 30. Steiner escribió una partitura jovial a ritmo de vals y marchas solemnes cuya máxima virtud es su atinado sentido de lo vivaz.
   A finales de 1944 se atisbaba el final de la guerra y los estudios empezaban a desmarcarse, en cierta medida, de la temática militar. Roughly speaking (1945) es un intento de ofrecer al atribulado espectador un descanso en forma de comedia ligera, pero con sus inevitables pinceladas melodramáticas. Centrada en la historia de una mujer emprendedora, Louise Randall (Rosalind Russell), que intenta abrirse paso en el difícil mundo empresarial dominado por los hombres, el filme se beneficia del sensible trabajo de Steiner, quien realiza una atmosférica adaptación de exitosas canciones como 'We're in the money' (Hal Warren) o 'By the light of the silvery moon' (Gus Edwards y Edward Madden), algo muy tradicional en este tipo de largometrajes, más centrados en el subrayado popular.
   Alma en suplicio (Mildred Pierce, 1945) es una de las películas más reconocidas por crítica y público de Michael Curtiz. Con ella Joan Crawford consiguió un más que merecido Oscar por su interpretación de una atormentada mujer que lucha por recuperar el amor de su hija, todo en medio de una investigación policial. Steiner recupera el lenguaje de los filmes para Bette Davis que alterna los motivos tenues con aquellos más graves, formando un sólido y efectivo conjunto que sirve de patrón estilístico a toda una época de la música cinematográfica.
   Un año después, en 1946, Max Steiner encontró el vehículo cinematográfico perfecto para aplicar sus capacidades como arreglista en Noche y día (Night and day), biopic altisonante del compositor Cole Porter. Aunque la función de adaptador fue acreditada de manera oficial a su buen amigo Ray Heindorf, Steiner, en principio contratado para escribir la música adicional, puso su propio sello también en la instrumentación. Canciones inmortales como la que da título al filme, además de 'My heart belongs to daddy' o 'Begin the beguine', se pasean en múltiples y variopintas adaptaciones que enriquecen aún más si cabe la perfección melódica de los temas de Porter.
   A lo largo de toda su carrera Michael Curtiz fue considerado como un cineasta de probada competencia, aunque las plumas y las lenguas vilipendiosas le achacaban cierta falta de personalidad en su académico estilo. Sea cierto o no, lo que sí es destacable en su forma de dirigir es su capacidad para acomodarse a todo tipo de géneros. Con su siguiente largometraje, Recursos de mujer (aka Vivir con papá) (Life with father, 1947), comedia familiar al servicio de dos grandes actores como William Powell e Irene Dunne, el director nacido en Budapest sitúa la acción en el Nueva York burgués de 1880, en el seno de una familia dominada por un excéntrico y, a la vez, candoroso padre. Adaptación más o menos fiel de la exitosa pieza teatral escrita por Howard Lindsey (y estrenada en Broadway en 1939), Recursos de mujer es un filme amable y sencillo que cuenta con una de las partituras más ingeniosas y juguetonas de toda la carrera de Max Steiner, protagonizada por un motivo central de aire liviano pero tremendamente práctico.
   En 1949 Curtiz y Crawford intentaron repetir el éxito de Mildred Pierce con un nuevo melodrama romántico, en esta ocasión con trasfondo político (subtema muy recurrente tras la Segunda Guerra Mundial): Flamingo Road. La banda sonora incurre quizás en el tradicional tópico de la recreación en exceso  vehemente, casi como deseando simular el enfático estilo Rózsa, pero desde una perspectiva algo menos incisiva y sí más previsible. Aún así, la mano maestra de Steiner la dota de la suficiente prestancia.
   Con The lady takes a sailor (1949), comedia cercana al slapstick del cine mudo, Steiner toma como excusa la ambientación marina (una joven empresaria descubre al hundirse su barca un misterioso prototipo de submarino, cuyo propietario reacciona de manera poco amistosa ante el hallazgo) para escribir un tema principal que parece destinado a un largometraje de aventuras oceánicas, oportunamente acicalado con sonoridades de carácter cómico. Sin embargo, es un fingido lapsus artístico que lo único que pretende es reforzar el lado burlesco de la función.
   El género bélico reaparece en las carreras de Steiner y Curtiz con La fuerza de las armas (Force of arms, 1951), largo protagonizado por un emergente William Holden y secundado por la eficiente Nancy Olson. Tomando, en realidad, como excusa el desembarco de las tropas aliadas en el sur de Italia en el invierno de 1943, La fuerza de las armas es más una historia romántica con trasfondo trágico que un filme de acción. Así, la música repite cánones habituales y recae en la idea de subrayar demasiado todas y cada una de las situaciones. Este aparente defecto provocó más de un quebradero de cabeza a Max Steiner, pues su idea como compositor era la de escribir la música justa y necesaria. No obstante, los mandatarios de los estudios habían invertido una buena cantidad de dólares en los departamentos musicales y, sobre todo, en sus propias orquestas sinfónicas, por lo que exigían mayor cantidad de score, fuese o no necesario. La fuerza de las armas es un buen ejemplo de ello.
   El mismo año Michael Curtiz realizó El hombre de bronce (aka, Jim Thorpe, el declive de un campeón) (Jim Thorpe: All american 1951), melodrama deportivo protagonizado por un jovencísimo Burt Lancaster en el papel de un nativo norteamericano que se convertirá  en una estrella olímpica pero que, por culpa de un tecnicismo, verá truncados sus triunfos. Nuevo biopic, tan del gusto del Hollywood dorado, que cuenta con una recreación musical relativamente ampulosa (el logo Warner fue adaptado como si se tratara de una fanfarria olímpica) cuya máxima virtud es no resultar nunca pedante ni retórica, sobresaliendo asimismo las recreaciones de la música tradicional indígena propias del western más clásico.
   Las dos siguientes películas de Max Steiner y Michael Curtiz fueron el remake del clásico de 1927 El cantor de jazz (The jazz singer, 1952), curiosamente sin acreditación del músico austriaco, y Un conflicto en cada esquina (Trouble along the way, 1953), comedia deportiva con subtrama religiosa protagonizada por John Wayne que se lucra de una partitura delicada y sentimental que potencia el lado más humano de una historia destinada para todos los públicos.
   La última colaboración entre ambos cineastas fue el prescindible western El muchacho de Oklahoma (The boy from Oklahoma, 1954), cinta cercana a la serie B impropia de un artista como Curtiz. Por su parte, Steiner, consciente del material que tenía entre manos, elaboró una creación musical contemporizadora, triste epílogo a una estrecha colaboración de tres décadas que nos ha legado algunas de las imágenes y algunas de las melodías más notables de la historia del séptimo arte.