- Danny Elfman: 29 de mayo de 1953 (Los Ángeles).
- Tim Burton: 25 de agosto de 1958 (Burbank, California).
Orquestadores habituales: Steve Bartek, Edgardo Simone, Mark McKenzie y David Slonaker.
Desde La gran aventura de Pee-wee hasta Dark shadows han transcurrido 26 años, en los que el realizador Tim Burton y el compositor Danny Elfman han colaborado en 13 largometrajes, algunos de ellos historia viva del séptimo arte. Términos como gótico, oscuro, tenebroso, extravagante, bohemio, enigmático, bucólico o satírico (y muchos calificativos más) podrían servir como emblema para describir la personalidad artística de ambos creadores. Por un lado, Tim Burton, escritor, productor, guionista, diseñador y, por qué no, virtuoso. Por otro lado, Danny Elfman, compositor, cantante, productor discográfico, actor ocasional...y heredero de la magia melódica de Bernard Herrmann y Nino Rota. Juntos han formado, forman y, a buen seguro, formarán una de las parejas cinematográficas más carismáticas y apreciadas por todos los amantes de lo insólito y creativo.
Su relación profesional empezó en 1985 con Pee-wee's big adventure (La gran aventura de Pee-wee), la primera película de larga duración de Tim Burton. Elfman era por aquel entonces un fan de la música de cine. Consideraba a músicos como los citados Herrmann o Rota, además de Erich W. Korngold, Franz Waxman o Max Steiner, auténticos maestros que le servían de inspiración. De hecho, en La gran aventura de Pee-wee, su segundo score para la gran pantalla, se observan con claridad sus influencias estilísticas, sobre todo en el clasicismo cromático, y refinadamente circense, de su tema principal. Pero como cuenta el propio Elfman, al principio le dominó la inseguridad tras la llamada de Burton; no se creía capacitado para aventurarse en su primer largometraje de importancia. Sin embargo, tras escuchar la demo grabada en una cinta, y tras dos semanas de tensa espera, al final el director californiano le contrató. Fue, como en el caso de Williams y Spielberg, el inicio de una sincera y enriquecedora amistad.
Tras el éxito internacional de Pee-wee, pocos meses después volvieron a colaborar, en esta ocasión en un proyecto menos ambicioso: el episodio The Jar (1986) de la serie televisiva Alfred Hitchcock presents. Música sencilla pero efectiva que sirvió de engranaje para las aventuras posteriores, y que es considerada por el propio autor como su favorita para el medio televisivo. La primera en importancia, tras participaciones en películas de escasa repercusión (Wisdom, Juerga tropical) fue BeetleJuice (Bitelchús) (1988). En ella Burton empezaba a mostrar con claridad sus cartas a la hora de reflejar sus preferencias por lo fantástico; fue una ocasión perfecta para que Elfman diera rienda suelta a su hoy bien conocido estilo de hechizante y travieso colorido melódico. Partiendo de un 'Main title' brioso, el score evoluciona sin descanso hacia un apoteósico epílogo en forma de temas que aúnan lo irónico y lo sombrío, en los que es imprescindible la labor en la orquestación de su inseparable Steve Bartek. En palabras de Elfman, Bitelchús fue "como una montaña rusa musical".
En 1989 sus caminos se entrelazan de nuevo con la superproducción Batman. En aquel momento ambos cineastas ya contaban con un innegable prestigio dentro de la industria (Elfman, por ejemplo, había participado en Big top Pee-wee o Scrooged). Pero Batman requería un esfuerzo artístico mucho mayor que las anteriores películas, pues se encontraban ante un producto de consumo masivo que les exigía un "no va más". Bajo enorme presión, Elfman compuso una partitura abiertamente sinfónica cuya espectacularidad sigue sorprendiendo desde la perspectiva que da el tiempo. 'The Batman theme' se erige como modelo a seguir durante toda la banda sonora, pero sin dejar perder la propia personalidad a toda una serie de temas ('First confrontation', 'Love theme', 'Up the cathedral', 'The final confrontation') cuya fastuosidad refuerza el carácter épico y oscuro de la obra, aportando como colofón su 'Finale', paradigma de tema representativo de lo heroico.
Un año después Elfman y Burton retomaron su particular viaje con Edward Scissorhands (Eduardo Manostijeras) (1990). El filme cuenta la historia de Edward, un muchacho creado por un extravagante inventor que no pudo concluir su obra, quedando como fatal final de la misma, y tras su muerte, unas manos en forma de tijeras amenazantes. Tan excéntrico relato es resuelto musicalmente a través de una partitura casi descaradamente bucólica, y es ese intenso tono lírico (personalizado en la presencia constante de un coro infantil y femenino) el que otorga a Edward Scissorhands su carácter de obra clave en la filmografía de Danny Elfman.
Con la secuela de Batman, Batman returns (Batman vuelve) (1992), el compositor angelino retomó, como es obvio en este tipo de casos, su temática anterior, pero aplicando para la ocasión unos matices un tanto más nebulosos. Era un momento de increíble riqueza creativa, pues a principios de la década creó scores tan notables y representativos como Nightbreed, Darkman, Dick Tracy o Sommersby. Y entonces llegó el año clave de 1993. Con The Nightmare before Christmas (Pesadilla antes de Navidad) tanto Elfman como Burton (en este caso sólo guionista y productor), y en especial su director, Henry Selick, consiguieron dar otra vuelta de tuerca al género de animación. Auténtico filme de culto casi desde el momento de su estreno, Pesadilla antes de Navidad resulta un apasionado y tenebroso cuento que no oculta su deseo de transgredir los cánones más tradicionales, aportando una visión entre tenebrosa y cándida de las fiestas navideñas. Elfman escribió un musical lleno de canciones inmortales, parte de las cuales interpretaba, en concreto las cantadas por Jack Skellington, Barrel y el payaso. Un "tour de force" artístico que refleja la gran capacidad melódica de un músico en constante perfeccionamiento.
Mars attacks! (1996) plasma en imágenes el carácter paródico de Tim Burton, en mayor o menor medida reflejado en casi toda su filmografía, pero en este caso acentuado hasta el límite de lo surrealista. Pese a tener entre manos una historia tan rocambolesca, Elfman prefirió decantarse por un subrayado dramático con sus trazos cómicos, en un conjunto irregular aunque sugerente.
En 1999 ambos artistas volvieron a coincidir en Sleepy Hollow, adaptación muy personal de la obra de Washington Irving. Burton insistió en su deseo de mezclar géneros de manera poco contenida; terror, drama y comedia conviven en un conjunto algo fallido debido a su excesivo retoricismo. Para Danny Elfman Sleepy Hollow fue un proyecto que le venía como anillo al dedo, pues siempre ha mostrado su preferencia por los ambientes góticos, expresados en temas como 'The final confrontation' o 'Into the woods/The witch'. Pero lo más sobresaliente de la banda sonora es su componente lírico ('A gift'), que recorre sinuosamente toda la obra sin independizarse, por desgracia, en ningún momento.
The planet of the apes (El planeta de los simios) (2001) supuso la novena colaboración. Burton era un fan del clásico de Franklin J. Schaffner de 1968 y, en lugar de buscar la fidelidad con el original, se decantó por una adaptación a todas luces exagerada y, en consecuencia, decepcionante. La composición de Elfman enfatizó la energía de la percusión, mezcla de electrónica y orquestal, quien remarcaba la espectacularidad de unas imágenes vacuas.
Con Big fish (2003) el realizador nacido en Burbank (California) se reencontró con su magia, y, de paso, le sirvió en bandeja de plata a su amigo Elfman la posibilidad de firmar un score de inusitada belleza, con toda seguridad uno de los más majestuosos de su extensa y fructífera carrera. El tema central, 'Sandra's theme', resalta el poder infinito del amor sincero y resulta una melodía de gran delicadeza.
Dos años después, en 2005, con Charlie and the Chocolate Factory (Charlie y la Fábrica de Chocolate) Elfman redunda en lo poético y otorga a la película una calidad aún más evidente, gracias, en especial, a su más que solvente simbiosis de juguetonas canciones y música incidental. No se trata de una obra que intenta recuperar el espíritu de creaciones semejantes anteriores, sino que tiene una personalidad propia plasmada en su recurrente tono idílico. El mismo año Burton y Elfman firmaron otra producción de corte familiar, Corpse bride (La novia cadáver), muy en la línea de Nightmare before Christmas. La atmósfera gótica es resaltada musicalmente mediante tonos que enfatizan el componente melodramático, atenuado con una sucesión de canciones que parecen clonadas de la pesadilla navideña.
Alice in Wonderland (Alicia en el País de las Maravillas) (2010) es una adaptación de Linda Woolverton de la novela original de Lewis Carroll, que sitúa la acción en un momento en el que Alicia, con 19 años, regresa al País de las Maravillas para revivir cual adolescente incomprendida las aventuras y desventuras de infancia. En esta ocasión Elfman se centra en el protagonismo de su tema principal, 'Alice's theme', que actúa como personaje catalizador y referente del resto de la partitura, imaginativa y elegantemente mágica en su diseño melódico.
Con Sombras tenebrosas (Dark shadows, 2012) Burton tuvo la oportunidad de adaptar a su inigualable universo la célebre serie de televisión homónima escrita y producida entre 1966 y 1971 por Dan Curtis, que contó con unos increíbles 1225 episodios. La historia del malogrado Barnabas Collins (Johnny Depp) atrapado en una vida vampírica por culpa del sortilegio de una bruja llena de carga sexual, encarnada por Eva Green de manera ejemplar, sirve de perfecta excusa para que el cineasta norteamericano dé rienda suelta a su pasión por la estética siniestra, y, nunca mejor dicho, tenebrosa. La composición de Danny Elfman se abre con un apoteósico prólogo lleno de majestuosidad sinfónica, que se complementa de manera perfecta con unas voces principalmente femeninas que aportan un aire entre melancólico y sensual. A partir de este lúcido comienzo, el score se decanta por tonalidades que juegan con los contrastes, aunque, como en el caso de la imponente El hombre lobo, tomando como referente las melodías sutilmente oscuras que otorgan protagonismo a la fuerza de los metales.
La última colaboración hasta la fecha es Frankenweenie (2012), remake en forma de largometraje del corto dirigido por Burton en 1984, en el que el joven Victor, atormentado por la pérdida de su perro Sparky, decide, cual Victor Frankenstein, resucitarlo gracias a un ingenioso y decimonónico experimento científico. La magia del cine de animación, muy cercano al estilo de Henry Selick, sirve a Elfman para desarrollar su bien conocido afán por los sonidos paradójicamente amables (casi pueriles) y siniestros (y que en este caso, además, hace que el contraste entre el blanco y negro de las imágenes y el colorido de la música sea aún más pintoresco). Durante toda la partitura nos encontramos con una temática cuya incuestionable belleza deja al feliz oyente en un estado de casi permanente encantamiento, fruto de una madurez que hace de Frankenweenie una de sus piezas más elaboradas gracias a un ingenioso desarrollo en el que el profundo dramatismo de gran parte del score se funde con magistral destreza con los momentos líricos. Un triunfo que reafirma el talento de un autor sin igual en la historia del séptimo arte.
Su relación profesional empezó en 1985 con Pee-wee's big adventure (La gran aventura de Pee-wee), la primera película de larga duración de Tim Burton. Elfman era por aquel entonces un fan de la música de cine. Consideraba a músicos como los citados Herrmann o Rota, además de Erich W. Korngold, Franz Waxman o Max Steiner, auténticos maestros que le servían de inspiración. De hecho, en La gran aventura de Pee-wee, su segundo score para la gran pantalla, se observan con claridad sus influencias estilísticas, sobre todo en el clasicismo cromático, y refinadamente circense, de su tema principal. Pero como cuenta el propio Elfman, al principio le dominó la inseguridad tras la llamada de Burton; no se creía capacitado para aventurarse en su primer largometraje de importancia. Sin embargo, tras escuchar la demo grabada en una cinta, y tras dos semanas de tensa espera, al final el director californiano le contrató. Fue, como en el caso de Williams y Spielberg, el inicio de una sincera y enriquecedora amistad.
Tras el éxito internacional de Pee-wee, pocos meses después volvieron a colaborar, en esta ocasión en un proyecto menos ambicioso: el episodio The Jar (1986) de la serie televisiva Alfred Hitchcock presents. Música sencilla pero efectiva que sirvió de engranaje para las aventuras posteriores, y que es considerada por el propio autor como su favorita para el medio televisivo. La primera en importancia, tras participaciones en películas de escasa repercusión (Wisdom, Juerga tropical) fue BeetleJuice (Bitelchús) (1988). En ella Burton empezaba a mostrar con claridad sus cartas a la hora de reflejar sus preferencias por lo fantástico; fue una ocasión perfecta para que Elfman diera rienda suelta a su hoy bien conocido estilo de hechizante y travieso colorido melódico. Partiendo de un 'Main title' brioso, el score evoluciona sin descanso hacia un apoteósico epílogo en forma de temas que aúnan lo irónico y lo sombrío, en los que es imprescindible la labor en la orquestación de su inseparable Steve Bartek. En palabras de Elfman, Bitelchús fue "como una montaña rusa musical".
En 1989 sus caminos se entrelazan de nuevo con la superproducción Batman. En aquel momento ambos cineastas ya contaban con un innegable prestigio dentro de la industria (Elfman, por ejemplo, había participado en Big top Pee-wee o Scrooged). Pero Batman requería un esfuerzo artístico mucho mayor que las anteriores películas, pues se encontraban ante un producto de consumo masivo que les exigía un "no va más". Bajo enorme presión, Elfman compuso una partitura abiertamente sinfónica cuya espectacularidad sigue sorprendiendo desde la perspectiva que da el tiempo. 'The Batman theme' se erige como modelo a seguir durante toda la banda sonora, pero sin dejar perder la propia personalidad a toda una serie de temas ('First confrontation', 'Love theme', 'Up the cathedral', 'The final confrontation') cuya fastuosidad refuerza el carácter épico y oscuro de la obra, aportando como colofón su 'Finale', paradigma de tema representativo de lo heroico.
Un año después Elfman y Burton retomaron su particular viaje con Edward Scissorhands (Eduardo Manostijeras) (1990). El filme cuenta la historia de Edward, un muchacho creado por un extravagante inventor que no pudo concluir su obra, quedando como fatal final de la misma, y tras su muerte, unas manos en forma de tijeras amenazantes. Tan excéntrico relato es resuelto musicalmente a través de una partitura casi descaradamente bucólica, y es ese intenso tono lírico (personalizado en la presencia constante de un coro infantil y femenino) el que otorga a Edward Scissorhands su carácter de obra clave en la filmografía de Danny Elfman.
Con la secuela de Batman, Batman returns (Batman vuelve) (1992), el compositor angelino retomó, como es obvio en este tipo de casos, su temática anterior, pero aplicando para la ocasión unos matices un tanto más nebulosos. Era un momento de increíble riqueza creativa, pues a principios de la década creó scores tan notables y representativos como Nightbreed, Darkman, Dick Tracy o Sommersby. Y entonces llegó el año clave de 1993. Con The Nightmare before Christmas (Pesadilla antes de Navidad) tanto Elfman como Burton (en este caso sólo guionista y productor), y en especial su director, Henry Selick, consiguieron dar otra vuelta de tuerca al género de animación. Auténtico filme de culto casi desde el momento de su estreno, Pesadilla antes de Navidad resulta un apasionado y tenebroso cuento que no oculta su deseo de transgredir los cánones más tradicionales, aportando una visión entre tenebrosa y cándida de las fiestas navideñas. Elfman escribió un musical lleno de canciones inmortales, parte de las cuales interpretaba, en concreto las cantadas por Jack Skellington, Barrel y el payaso. Un "tour de force" artístico que refleja la gran capacidad melódica de un músico en constante perfeccionamiento.
Mars attacks! (1996) plasma en imágenes el carácter paródico de Tim Burton, en mayor o menor medida reflejado en casi toda su filmografía, pero en este caso acentuado hasta el límite de lo surrealista. Pese a tener entre manos una historia tan rocambolesca, Elfman prefirió decantarse por un subrayado dramático con sus trazos cómicos, en un conjunto irregular aunque sugerente.
En 1999 ambos artistas volvieron a coincidir en Sleepy Hollow, adaptación muy personal de la obra de Washington Irving. Burton insistió en su deseo de mezclar géneros de manera poco contenida; terror, drama y comedia conviven en un conjunto algo fallido debido a su excesivo retoricismo. Para Danny Elfman Sleepy Hollow fue un proyecto que le venía como anillo al dedo, pues siempre ha mostrado su preferencia por los ambientes góticos, expresados en temas como 'The final confrontation' o 'Into the woods/The witch'. Pero lo más sobresaliente de la banda sonora es su componente lírico ('A gift'), que recorre sinuosamente toda la obra sin independizarse, por desgracia, en ningún momento.
The planet of the apes (El planeta de los simios) (2001) supuso la novena colaboración. Burton era un fan del clásico de Franklin J. Schaffner de 1968 y, en lugar de buscar la fidelidad con el original, se decantó por una adaptación a todas luces exagerada y, en consecuencia, decepcionante. La composición de Elfman enfatizó la energía de la percusión, mezcla de electrónica y orquestal, quien remarcaba la espectacularidad de unas imágenes vacuas.
Con Big fish (2003) el realizador nacido en Burbank (California) se reencontró con su magia, y, de paso, le sirvió en bandeja de plata a su amigo Elfman la posibilidad de firmar un score de inusitada belleza, con toda seguridad uno de los más majestuosos de su extensa y fructífera carrera. El tema central, 'Sandra's theme', resalta el poder infinito del amor sincero y resulta una melodía de gran delicadeza.
Dos años después, en 2005, con Charlie and the Chocolate Factory (Charlie y la Fábrica de Chocolate) Elfman redunda en lo poético y otorga a la película una calidad aún más evidente, gracias, en especial, a su más que solvente simbiosis de juguetonas canciones y música incidental. No se trata de una obra que intenta recuperar el espíritu de creaciones semejantes anteriores, sino que tiene una personalidad propia plasmada en su recurrente tono idílico. El mismo año Burton y Elfman firmaron otra producción de corte familiar, Corpse bride (La novia cadáver), muy en la línea de Nightmare before Christmas. La atmósfera gótica es resaltada musicalmente mediante tonos que enfatizan el componente melodramático, atenuado con una sucesión de canciones que parecen clonadas de la pesadilla navideña.
Alice in Wonderland (Alicia en el País de las Maravillas) (2010) es una adaptación de Linda Woolverton de la novela original de Lewis Carroll, que sitúa la acción en un momento en el que Alicia, con 19 años, regresa al País de las Maravillas para revivir cual adolescente incomprendida las aventuras y desventuras de infancia. En esta ocasión Elfman se centra en el protagonismo de su tema principal, 'Alice's theme', que actúa como personaje catalizador y referente del resto de la partitura, imaginativa y elegantemente mágica en su diseño melódico.
Con Sombras tenebrosas (Dark shadows, 2012) Burton tuvo la oportunidad de adaptar a su inigualable universo la célebre serie de televisión homónima escrita y producida entre 1966 y 1971 por Dan Curtis, que contó con unos increíbles 1225 episodios. La historia del malogrado Barnabas Collins (Johnny Depp) atrapado en una vida vampírica por culpa del sortilegio de una bruja llena de carga sexual, encarnada por Eva Green de manera ejemplar, sirve de perfecta excusa para que el cineasta norteamericano dé rienda suelta a su pasión por la estética siniestra, y, nunca mejor dicho, tenebrosa. La composición de Danny Elfman se abre con un apoteósico prólogo lleno de majestuosidad sinfónica, que se complementa de manera perfecta con unas voces principalmente femeninas que aportan un aire entre melancólico y sensual. A partir de este lúcido comienzo, el score se decanta por tonalidades que juegan con los contrastes, aunque, como en el caso de la imponente El hombre lobo, tomando como referente las melodías sutilmente oscuras que otorgan protagonismo a la fuerza de los metales.
La última colaboración hasta la fecha es Frankenweenie (2012), remake en forma de largometraje del corto dirigido por Burton en 1984, en el que el joven Victor, atormentado por la pérdida de su perro Sparky, decide, cual Victor Frankenstein, resucitarlo gracias a un ingenioso y decimonónico experimento científico. La magia del cine de animación, muy cercano al estilo de Henry Selick, sirve a Elfman para desarrollar su bien conocido afán por los sonidos paradójicamente amables (casi pueriles) y siniestros (y que en este caso, además, hace que el contraste entre el blanco y negro de las imágenes y el colorido de la música sea aún más pintoresco). Durante toda la partitura nos encontramos con una temática cuya incuestionable belleza deja al feliz oyente en un estado de casi permanente encantamiento, fruto de una madurez que hace de Frankenweenie una de sus piezas más elaboradas gracias a un ingenioso desarrollo en el que el profundo dramatismo de gran parte del score se funde con magistral destreza con los momentos líricos. Un triunfo que reafirma el talento de un autor sin igual en la historia del séptimo arte.