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domingo, 12 de febrero de 2012

Capítulo 18: Joe Hisaishi y Hayao Miyazaki (1984-2013)



  • Joe Hisaishi: 6 de diciembre de 1950 (Nagano, Japón).
  • Hayao Miyazaki: 5 de enero de 1941 (Tokio).
Orquestador habitual: Joe Hisaishi.


   "Llegué a una habitación muy grande, donde había poco más que una mesa y una silla....y un hombre sentado que parecía estar un tanto desubicado. Comenzó  a explicarme la historia, los personajes, en qué contexto el conjunto debía tener lugar, y se puso a hablar con vehemente pasión durante más de una hora; incluso llegó a subirse a su silla para hacerme demostraciones sobre lo que sucedía en la historia Yo estaba realmente fascinado; lo miraba y me decía que era un tipo realmente muy peculiar. Y así es como tuvo lugar nuestro primer encuentro". Con estas palabras Joe Hisaishi relata la primera vez que vio a su compatriota, el gran director Hayao Miyazaki. Desde entonces han caminado de la mano en un viaje lleno de momentos inolvidables para todo amante de lo exquisito desde el punto de vista cinematográfico y musical. Nueve largometrajes de animación que forma parte de lo mejor del género y que constituyen asimismo toda una demostración de sensibilidad artística.
   Joe Hisaishi, cuyo verdadero nombre es Mamoru Fujiwara, es un alias extraído del juego de palabras fonético a partir del nombre de su compositor predilecto: el norteamericano Quincy Jones ("Quincy" se pronuncia "Kuishi" en japonés y se transcribe gráficamente como "Hisaishi", y "Joe" es una simple derivación formal de "Jones"). Su pasión por la música se despertó muy pronto, a la edad de 5 años, cuando empezó a recibir clases de violín. Antes de cumplir los 20 entra en la Escuela de Música Kunitachi de Tokio, impregnándose en esta su primera etapa de compositores minimalistas como Philip Glass, Terry Riley o Steve Reich. Sus primeros trabajos en el medio audiovisual se produjeron como arreglista para series televisivas animadas como Hajime ningen Gyatoruz (1974) o Kikô sôseiki Mospeada (1983), siendo su bautizo dentro de la gran pantalla la adaptación animada de la novela de L. Frank Baum El mago de Oz, Ozu no mahôtsukai (1982). En 1983, recomendado por su casa de discos, la prestigiosa Tokuma Japan Com., es contratado para componer temas incidentales del proyecto de adaptación cinematográfica del Manga creado por Hayao Miyazaki Nausicaä del Valle del Viento. Sorprendido por la belleza y suntuosidad de los temas escritos por Hisaishi, el realizador japonés decidió que compusiera toda la partitura del largometraje. Nausicaä del Valle del Viento (Kaze no tani no Naushika, 1984), considerada la primera película del estudio de animación Ghibli (fundado por el propio Miyazaki junto a Isao Takahata, el creador de series tan emblemáticas como Marco o Heidi), se sitúa argumentalmente en un futuro lejano, mil años después de una fatídica guerra apocalíptica, y tiene como protagonista a la princesa Nausicaä, cuyo carácter compasivo la impulsa a combatir el mal acechante en su reino. El score transita constantemente entre lo sinfónico y lo electrónico, decantándose en esta desigual batalla por la instrumentación tradicional, cuyo clasicismo demuestra el don melódico de un autor alejado de toda superficialidad melódica. De hecho, su creación sorprende al tratarse de un autor de poco más de 30 años con muy poca experiencia orquestal profesional. Nausicaä del Valle del Viento se muestra además como una obra apoyada en un bellísimo tema central que sirve de constante referente estilístico y que describe a la perfección el exotismo de un mundo más allá de la realidad que asombra por su brillante originalidad.
   Para Hayao Miyazaki el universo fantástico, con su aproximación al mundo infantil, es una mera excusa escenográfica para mostrar una serie de historias que tiene como protagonista la temática humanística y antibelicista, personificada en unos personajes cercanos a la tradición medieval épica, auténticos representantes de las mejores virtudes del ser humano. Su cine no permanece en la puerilidad de los filmes norteamericanos, al menos en aquellos que sólo se centran en las historias más inocentes, sino que se sumerge en una narración dirigida a un público mucho más amplio, lo cual le permite mostrar una temática alejada de lo cándido. Con su siguiente proyecto, El castillo en el cielo (Tenkû no shiro Rapyuta, 1986), retoma el género la fantasía y la aventura, en esta ocasión tomando como intérpretes de su guion a dos jóvenes en busca de una fortaleza en el cielo. Nueva visión de la lucha entre el bien y el mal, una constante en su filmografía, que se ve reforzada por una banda sonora en la que Hisaishi toma partido por un lirismo acentuado, sobre todo en aquellos motivos corales en los que unas voces juveniles ('The destruction of Laputa') parecen querer anunciar un final jubiloso, pese al carácter, en el fondo, sombrío de la trama.
   En 1988 se estrena una de las películas más representativas de Miyazaki, el cuento infantil Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro). Una nueva historia escrita por el artista nipón que describe la emotiva relación de amistad entre dos niños, Mei y Satsuki, y un espíritu del bosque llamado Totoro. De nuevo, realidad y fantasía, el mundo de los adultos y de los niños, se unen en singular vínculo emocional que es intensificado por una música juguetona y bulliciosa, a años luz de todo aspecto tétrico, y que confirma el talento de Joe Hisaishi a la hora de combinar lo electrónico y lo orquestal. No obstante, los momentos del filme subrayados por la composición sinfónica resultan a todas luces mucho más convincentes y apasionados, pese a ligeros toques quizás demasiado tenues en su desarrollo.
   Nicky, la aprendiz de bruja (Majo no takkyûbin, 1989) adapta un libro escrito por Eiko Kadono cuya protagonista es una joven bruja de 13 años, Nicky, que debe enfrentarse a un periodo de iniciación. En el camino se encontrará con toda una serie de pintorescos personajes con los que vivirá extraordinarias aventuras. Como es natural, ante esta propuesta argumental Hisaishi retoma los motivos ligeros, profundamente poéticos, y que tienen en su agudo sentido de lo ambiental a su principal aliado.
   Con Pòrco Rósso (Kurenai no buta, 1992), Miyazaki se adentra en el melodrama bélico. Su héroe protagonista es un aviador italiano, Marco Pagot, quien es víctima de un hechizo que le convierte en cerdo. Experimentado cazarrecompensas, su mayor entretenimiento es enfrentarse a los contrabandistas que asolan las costas adriáticas. Ambientada en los años 30, la película tiene como tema principal el antibelicismo, tristemente reforzado años después de su estreno por la guerra de los Balcanes a finales de siglo. La banda sonora consiguió el premio al mejor score en el Festival de Mainichi y en ella Hisaishi profundiza en su estilo académico, potenciado con temas de gran energía orquestal que subrayan el dinamismo de las batallas aéreas. Sobresale en el score uno de los motivos más representativos de toda su obra, el vigoroso 'Madness'.
   En 1995 Miyazaki filma el cortometraje de ciencia-ficción On your mark, para el que contó con la participación de los músicos Chage & Aska (Street Fighter II: V). Dos años después, Hisaishi y Miyazaki volverían a colaborar en La princesa Mononoke (Mononoke-hime, 1997). Filme pausado y de gran belleza formal, tiene en su impetuosa defensa de la naturaleza su contenido principal, a pesar de que el propio director ha afirmado en más de una ocasión que sus intenciones no son didácticas. Relata la historia del joven Ashikata, quien, herido por un enloquecido jabalí, busca con desesperación al único ser que le puede salvar: el dios Ciervo. De innegable trasfondo ecologista, La princesa Mononoke se beneficia de una creación musical intensamente colorista, pero su cromatismo no descansa sólo en melodías sumisas o amables (o, en su defecto, en el lírico tema central), sino que Hisaishi coordina su pintura otorgando prioridad a los tonos claroscuros, configurando un distinguido contraste que realza el poder de las luminosas imágenes.
   Con su siguiente película (primera coproducción con John Lasseter de los Estudios de Animación Pixar), El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi/Spirited away, 2001), Miyazaki consigue el que será hasta la fecha su mayor éxito profesional y comercial. Partiendo de un presupuesto de unos 25 millones de dólares, solamente en su país natal, Japón, recaudó más de 230. Además, la película consiguió, entre otros premios internacionales de prestigio, el Oscar al mejor largometraje de animación, el Oso de Oro en el Festival de Berlín y el César a la mejor película extranjera. Un triunfo que tiene su explicación en un deseo general de reconocer el talento de un autor especialmente dotado para el cine de animación distanciado de lo meramente superfluo. El viaje de Chihiro cuenta las aventuras y desventuras de una niña de diez años quien, en un viaje en compañía de sus padres, al atravesar en coche un túnel descubre un mundo fantástico en el que no hay lugar para los seres humanos, siendo sus padres convertidos en cerdos. Amante ferviente de las tradiciones de su país, para Miyazaki "desde hace miles de años en Japón creemos que los Kami (dioses) y los Rei (espíritus) están por todas partes: en los ríos, en los árboles, en las casas.... Cuando se me ocurrió la idea para El viaje de Chihiro tuve que visualizar a los Kami, aunque la mayoría son fruto de mi imaginación". Así, tanto Miyazaki como Hisaishi se inspiran en el folclore tradicional nipón y surcan sus insondables fronteras para adentrarse en un universo mágico que deslumbra por su imaginería pigmentada de colores vívidos. "Hay en mí dos aspectos muy diferentes. Uno es emocional y humanista, y el otro es minimalista y moderno". Palabras de Hisaishi que describen a la perfección su arte, que, en el caso de El viaje de Chihiro, tienen un modelo ejemplar. La banda sonora es el resumen de su estilo ambiental, reforzado por la apasionada interpretación de la Nueva Orquesta Filarmónica de Japón, quien confiere a la música de un poder de convicción dramático aún más efectivo. Temas como 'One summer day', 'The return' o, sobre todo, el vigoroso 'Procession of the gods', condensan una estructura tonal de exorbitante delicadeza e ingenio.
   Entre 2001 y 2002 Miyazaki se concentra en la realización de tres cortometrajes: Kujira tori, Mei to Koneko basu (2002) y Koro no dai-sanpo, contando solamente el segundo con la participación de Joe Hisaishi (las otras dos bandas sonoras son obra de Yuji Nomi). En 2004 regresa al largometraje con un nuevo éxito de crítica y público: El castillo ambulante (Hauru no ugoku shiro/Howl's moving castle). Basada en la primera novela de la Trilogía de Howl escrita por Diana Wynne Jones, describe la historia de la joven Sophie, sombrerera en una pequeña ciudad europea sobre la que una oscura bruja hace recaer un terrible maleficio, del que sólo podrá liberarse con la ayuda de un misterioso mago que habita en un castillo ambulante. Siguiendo la tradición de la música romántica del viejo continente, Hisaishi desempolva su mágica batuta para dirigir una obra profundamente clásica, sin apenas opacidad pese a un argumento que no esconde su lado tétrico. Pero lejos de resultar tenebrosa, la historia del filme, como suele ser habitual en Miyazaki y Hisaishi, toma partido por la recreación de una fantasía lustrosa y optimista, siendo la música el perfecto acompañante en un trayecto pleno de encanto.
   Yadosagashi, Hoshi wo katta hi (Yuriko Nakamura & Norihiro Tsuru) y Mizugumo Monomon (Rio Yamase) son las siguientes obras de Hayao Miyazaki, pero en esta ocasión de nuevo cortometrajes (entre paréntesis los autores de las bandas sonoras). Su último largometraje estrenado hasta el momento es Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo/Ponyo on the cliff by the sea, 2008), el que ha vuelto a contar en labores de producción con John Lasseter (como en sus dos anteriores filmes), además de los habituales de Steven Spielberg, Frank Marshall y Kathleen Kennedy. Ganador de los galardones de mejor película y  mejor banda sonora en los Premios de la Academia Cinematográfica de Japón, Ponyo en el acantilado centra su argumento en Sosuke, un niño de 5 años que entabla una relación de amistad con una princesa pez que ansía ser humana, libre adaptación, en realidad, del cuento de Hans Christian Andersen La sirenita. La música de Hisaishi es un sentido homenaje a los scores de la época dorada de Hollywood, en especial a aquellos de ambientación marina. Así, en más de un rincón del pentagrama parecen querer asomarse las figuras de compositores como Erich W. Korngold (El halcón del mar), Richard Rodgers (Victory at the sea), Paul J. Smith (20,000 leguas de viaje submarino), Max Steiner (El capitán Jones), Elmer Bernstein (Hawai) o Bronislau Kaper (Rebelión a bordo), y muy especialmente la mano maestra de Richard Wagner, en un relativo distanciamiento de los cánones tradicionales del estilo Disney, más proclive a las melodías edulcoradas. Sinfonismo jubiloso y motivos que mezclan lo enfático y lo contenido, todos ellos se juntan para describir con peculiar soltura la inmensidad de los mares y la intimidad de las relaciones personales. "Yo tengo mi universo con mis códigos y mis reglas. Mi inspiración es, por lo tanto, mi pintura". Una elocuente afirmación de un músico de increíble capacidad creativa.
   Tras el cortometraje de 12 minutos Pan-dane to Tamago-hime (2010) , Miyazaki anunció en septiembre de 2013 su despedida definitiva del mundo del cine en la realización de largometrajes: "Soy consciente de que en el pasado he anunciado varias veces mi retirada, por lo que muchos podríais pensar 'Oh, vamos, otra vez'; pero, en esta ocasión, es la definitiva. Iré al estudio todos los días, y si hay algo que desee hacer, entonces lo haré. Tengo intención de trabajar los próximos diez años, pero no como director de largometrajes". La producción de una película de larga duración puede llevar entre cinco y siete años de media, y es precisamente este tiempo la causa principal de la decisión del artista japonés. Aún así, en 2013 nos ha legado su último trabajo para la gran pantalla: Se levanta el viento (Kaze tachinu, 2013). De nuevo, una historia basada en la superación y el coraje vital, en esta ocasión la de Jiro Horikoshi, el diseñador de gran parte de los aviones japoneses que intervinieron en la 2ª Guerra Mundial. Su biografía, relatada desde la pasión de un cineasta obsesionado por la belleza, es acompañada musicalmente por una partitura de tenues y aterciopeladas sonoridades, que toman referente temático una melodía central sencilla pero muy emotiva. Quizás no se trate, en su conjunto, de una obra demasiado original o destacable, pero sí profundamente impetuosa en su deseo de reflejar la pasión de su personaje principal.