- Erich Wolfgang Korngold: 29 de mayo de 1897 (Brünn, Moravia, Austria-Hungría, hoy República Checa) - 29 de noviembre de 1957 (Norte de Hollywood, California).
- Michael Curtiz: 24 de diciembre de 1886 (Budapest) - 10 de abril de 1962 (Hollywood).
Orquestadores habituales: Erich W. Korngold, Milan Roder, Hugo Friedhofer y Ray Heindorf.
Erich Wolfgang Korngold es considerado, junto a Max Steiner, uno de los padres pioneros de la música cinematográfica. Niño prodigio, ya desde la temprana edad de cuatro años empezó a mostrar un inusitado talento como solista. Sin duda, el traslado familiar desde su República Checa natal (por entonces Austria-Hungría) hasta la tradicional Viena fue un acicate que espoleó su espíritu artístico, además de la importante influencia de su padre, Julius Korngold, crítico musical del Neue Freie Presse. En 1905, con ocho años, empezó a escribir sus primeras obras, y por mediación paterna fue recibido por Gustav Mahler en una audición, quien quedó impresionado por la precocidad de Korngold. En 1909, su padre publicó personalmente parte de las piezas de su hijo y envió copias de las mismas a los más destacados musicólogos y compositores del momento, tales como Englebert Humperdinck o el gran Richard Strauss, los cuales quedaron, como con anterioridad Mahler, deslumbrados por el talento del joven Korngold. Su primera pieza orquestal, Schauspiel Ouvertüre, data de 1911, a la que seguirán en años posteriores, entre otras, Sinfonietta, Der Sturm, Sursum Corda o Piano Concerto, todas ellas entre 1911 y 1923.
Uno de los géneros preferidos por Korngold fue la ópera, escribiendo su primera, Der Ring des Polycrates, en 1916 (19 años). Sin embargo, no será hasta el estreno cuatro años después de Die tote Stadt, adaptación de la novela de Georges Rodenbach Bruges la Morte, que el éxito se asiente definitivamente en su vida.
Si Mahler y Strauss fueron en su niñez y juventud figuras esenciales a la hora del reconocimiento intelectual, la llamada del prestigioso director teatral y operístico Max Reinhardt en 1927 para la adaptación de la opereta de Johann Strauss Die Fledermaus (El Murciélago), marcará un antes y un después en el devenir artístico y personal del músico checo. Pero no será esta colaboración la clave, sino la que se producirá en 1934, cuando desde Estados Unidos volverá a requerir sus servicios para los arreglos de la producción cinematográfica que dirigía junto a William Dieterle, El sueño de una noche de verano, singular traslación a la gran pantalla de la obra de Shakespeare y de la partitura de Felix Mendelssohn. Fue el primero contacto de Korngold con Hollywood y, desde entonces, él y su familia vivieron, emulando al filme al que curiosamente pondrá música en 1944 (Between two worlds), entre dos mundos: componiendo en la fábrica de sueños californiana y supervisando sus obras de concierto en Europa. Su vida personal se ubicó en un principio en Austria, realizando traslados periódicos a Estados Unidos cuando los estudios lo requerían.
Los ejecutivos de la Warner quedaron fascinados por el ingenio y la capacidad de Korngold y no dudaron en contar con sus servicios meses después en la que sería su primera colaboración con el realizador de origen húngaro Michael Curtiz (a la vez que con el actor Errol Flynn): El capitán Blood (Captain Blood, 1935). La película es, en realidad, un preámbulo marino al Robin Hood que protagonizará Flynn tres años después, pues se centra en las andanzas del doctor Peter Blood, apresado y condenado injustamente por traición a esclavitud, pero que acaba huyendo y convirtiéndose en el temerario pirata Blood. La partitura de Erich W. Korngold es fiel reflejo de su visión de la música desde una perspectiva general, pues nunca diferenció entre sus obras para el séptimo arte y aquellas consideradas como "serias". Es más, sus partituras cinematográficas las consideraba "óperas sin canto", lo cual demuestra su total entrega como artista ante su nueva faceta como compositor, aspecto que lo diferencia de manera ostensible de todos los autores centrados en mayor o menor medida en el cine. En El capitán Blood nos encontramos ya con su inconfundible estilo lleno de desarrollos, contrapuntos y variaciones de increíble riqueza melódica. Es un score iniciático que sirve de preludio y modelo a todas sus bandas sonoras pertenecientes al género de aventuras, la mayoría protagonizadas por Errol Flynn. El tema 'Main title' se muestra como una auténtica obertura operística de gran envergadura sinfónica, deudora de las escritas por Richard Wagner y Richard Strauss, en las que primaban las tonalidades aparentemente exageradas y recargadas pero, en el fondo, de gran sutileza tonal. Todo en el score es luminoso y jovial, una vitalidad que evita en todo momento las sonoridades oscuras, incluso en aquellos pasajes más cercanos al melodrama. De hecho, todos y cada uno de los temas reflejan el énfasis de un autor que compone a la vez que observa las imágenes, en una especie de juego maestro que nunca se aproxima a los abismos de lo previsible. Destaca la brillantez de temas como 'Meeting at the ocean' o, muy especialmente, el intensamente romántico 'Peter and Arabella'. La ambientación a medio camino entre Europa y América (casi como el propio autor) permite a Korngold avanzar estilísticamente a través de melodías que huyen de lo ligero para realizar una apoteósica y magistral simbiosis entre los dos mundos que han marcado su vida: el cine y las piezas de concierto. Pero como ya se ha indicado con anterioridad, nunca desligó dichas realidades, sino que las desposó con una delicadeza e ingeniosidad sin parangón en la historia de la música de cine. Es por ello que Korngold puede ser considerado como el autor más prestigioso, pese a sus escasas 20 partituras para la pantalla grande, dentro de la historia de Hollywood.
Tras Give us this night y Los verdes prados, Korngold y Curtiz se reencontraron en El caballero Adverse (Anthony Adverse, 1936), aunque de manera indirecta, pues el realizador sólo intervino sin acreditar en ciertas partes del metraje. Melodrama de época ambientado en el siglo XVIII, el filme se sitúa como exponente perfecto de obra romántica, siguiendo una línea que marcará sus posteriores scores alejados del tono aventurero. El tema inicial, 'The lovers', resume con su título las intenciones melódicas de Korngold, quien deambula entre la sencillez de una temática más o menos ligera y la tenue ampulosidad de los momentos más o menos enérgicos ('Adventures in Africa'); sin embargo, en El caballero Adverse el amor triunfa sobre cualquier otro tema, impregnando de un halo intensamente melancólico prácticamente cada rincón de la partitura. Fue su primer Oscar, aunque debido a las normas de la Academia, fue recibido incomprensiblemente por el jefe del departamento de música Leo F. Forbstein.
Uno de los géneros preferidos por Korngold fue la ópera, escribiendo su primera, Der Ring des Polycrates, en 1916 (19 años). Sin embargo, no será hasta el estreno cuatro años después de Die tote Stadt, adaptación de la novela de Georges Rodenbach Bruges la Morte, que el éxito se asiente definitivamente en su vida.
Si Mahler y Strauss fueron en su niñez y juventud figuras esenciales a la hora del reconocimiento intelectual, la llamada del prestigioso director teatral y operístico Max Reinhardt en 1927 para la adaptación de la opereta de Johann Strauss Die Fledermaus (El Murciélago), marcará un antes y un después en el devenir artístico y personal del músico checo. Pero no será esta colaboración la clave, sino la que se producirá en 1934, cuando desde Estados Unidos volverá a requerir sus servicios para los arreglos de la producción cinematográfica que dirigía junto a William Dieterle, El sueño de una noche de verano, singular traslación a la gran pantalla de la obra de Shakespeare y de la partitura de Felix Mendelssohn. Fue el primero contacto de Korngold con Hollywood y, desde entonces, él y su familia vivieron, emulando al filme al que curiosamente pondrá música en 1944 (Between two worlds), entre dos mundos: componiendo en la fábrica de sueños californiana y supervisando sus obras de concierto en Europa. Su vida personal se ubicó en un principio en Austria, realizando traslados periódicos a Estados Unidos cuando los estudios lo requerían.
Los ejecutivos de la Warner quedaron fascinados por el ingenio y la capacidad de Korngold y no dudaron en contar con sus servicios meses después en la que sería su primera colaboración con el realizador de origen húngaro Michael Curtiz (a la vez que con el actor Errol Flynn): El capitán Blood (Captain Blood, 1935). La película es, en realidad, un preámbulo marino al Robin Hood que protagonizará Flynn tres años después, pues se centra en las andanzas del doctor Peter Blood, apresado y condenado injustamente por traición a esclavitud, pero que acaba huyendo y convirtiéndose en el temerario pirata Blood. La partitura de Erich W. Korngold es fiel reflejo de su visión de la música desde una perspectiva general, pues nunca diferenció entre sus obras para el séptimo arte y aquellas consideradas como "serias". Es más, sus partituras cinematográficas las consideraba "óperas sin canto", lo cual demuestra su total entrega como artista ante su nueva faceta como compositor, aspecto que lo diferencia de manera ostensible de todos los autores centrados en mayor o menor medida en el cine. En El capitán Blood nos encontramos ya con su inconfundible estilo lleno de desarrollos, contrapuntos y variaciones de increíble riqueza melódica. Es un score iniciático que sirve de preludio y modelo a todas sus bandas sonoras pertenecientes al género de aventuras, la mayoría protagonizadas por Errol Flynn. El tema 'Main title' se muestra como una auténtica obertura operística de gran envergadura sinfónica, deudora de las escritas por Richard Wagner y Richard Strauss, en las que primaban las tonalidades aparentemente exageradas y recargadas pero, en el fondo, de gran sutileza tonal. Todo en el score es luminoso y jovial, una vitalidad que evita en todo momento las sonoridades oscuras, incluso en aquellos pasajes más cercanos al melodrama. De hecho, todos y cada uno de los temas reflejan el énfasis de un autor que compone a la vez que observa las imágenes, en una especie de juego maestro que nunca se aproxima a los abismos de lo previsible. Destaca la brillantez de temas como 'Meeting at the ocean' o, muy especialmente, el intensamente romántico 'Peter and Arabella'. La ambientación a medio camino entre Europa y América (casi como el propio autor) permite a Korngold avanzar estilísticamente a través de melodías que huyen de lo ligero para realizar una apoteósica y magistral simbiosis entre los dos mundos que han marcado su vida: el cine y las piezas de concierto. Pero como ya se ha indicado con anterioridad, nunca desligó dichas realidades, sino que las desposó con una delicadeza e ingeniosidad sin parangón en la historia de la música de cine. Es por ello que Korngold puede ser considerado como el autor más prestigioso, pese a sus escasas 20 partituras para la pantalla grande, dentro de la historia de Hollywood.
Korngold se encontraba dirigiendo una ópera en Viena cuando fue llamado en 1938 por la Warner para escribir una nueva producción protagonizada por el emergente Errol Flynn (para el que ya había compuesto las bandas sonoras de la mencionada El Capitán Blood, además de El príncipe y el mendigo y Another dawn): Robin de los bosques (The adventures of Robin Hood, 1938). Poco después de llegar a California, Austria fue anexionada por Hitler a Alemania, por lo que se vio obligado a no regresar a su hogar europeo debido a sus orígenes judíos. En cierta manera, Robin de los bosques salvó su vida y la de su familia. Debido a la gran complejidad de la partitura, y a las presiones de tiempo por parte del estudio, que aún no concedía especial relevancia a la labor de los compositores, Korngold se vio obligado a necesitar la colaboración de Hugo Friedhofer, R. H. Bassett y Milan Roder, quienes realizaron la instrumentación y los arreglos adicionales. Robin de los bosques se abre con un 'Main title/Mute fanfare' sublime en su enérgico sentido del empleo de los metales; una fanfarria solemne y casi marcial anuncia que nos encontramos ante una historia de marcado carácter épico. A partir de este prólogo enfático, Korngold saca a relucir todo su arsenal melódico apoyado en una orquestación muy ambiciosa. Festivo, bullicioso, alegre y genuinamente burlón, el score nunca decae en su afán de subrayar un argumento que se configura como una vuelta de tuerca al género de aventuras históricas. De hecho, Robin de los bosques marca, como en cierta manera lo hizo la anterior El capitán Blood (o el King Kong de Steiner), un antes y un después en la historia de la música cinematográfica, ya que supone la consolidación de la música como elemento primordial dentro de una película. Fue además el segundo Oscar para Korngold, pero el único que recibió en realidad.
El éxito internacional de Robin de los bosques catapultó a todos y cada uno de los componentes de la producción, en especial a su director, Michael Curtiz, a sus dos estrellas, Errol Flynn y Olivia de Havilland, y, cómo no, a su compositor, Erich W. Korngold. Todos ellos retomarían la senda del triunfo en la que sería la película más ambiciosa de la Warner Bros. en 1939: la adaptación de la obra teatral de Maxwell Anderson (Cayo Largo, Ana de los mil días) La vida privada de Elizabeth y Essex (The privates lives of Elizabeth and Essex). Flynn y de Havilland estuvieron soberbiamente acompañados en el reparto por Bette Davis, en el papel de una sufrida y altiva reina Isabel de Inglaterra, víctima de un amor imposible con Robert Devereux, II Conde de Essex. Korngold realiza una aproximación de nuevo operística a la Inglaterra del siglo XVI, eludiendo el fácil recurso de una composición realista y ciñéndose a su inseparable estilo postromántico. Fanfarrias metálicamente cortesanas, cuerdas seductoras y percusión estentórea vagan exultantes por una partitura subyugante y bellísima, sin duda una joya del cine histórico que realza hasta la perfección a un filme que, sin ella, sería simplemente aceptable en su resolución.
La reina Isabel regresará al año siguiente, en esta ocasión interpretada por Flora Robson, en El halcón del mar (The sea hawk, 1940), la última partitura de Korngold para un filme de aventuras. Con una duración de 127 minutos, el músico checo compuso 106, para lo cual volvió a recurrir a la labor de reputados orquestadores, en esta ocasión Hugo Friedhofer, Ray Heindorf, Milan Roder y Simon Bucharoff. Tradicionalmente considerada la banda sonora más compleja de interpretar de la historia, El halcón del mar es una obra cautivadora y de una eficacia irreprochable. El argumento, manipulador y sectario, realiza un retrato ridículo de la corona española, ensalzando las supuestas virtudes de la inglesa, en un intento de reflejar la tradicional y supuestamente comercial dicotomía entre el bien y el mal. No obstante, la composición de Korngold va mucho más allá de un retrato adulterado de la realidad histórica, describiendo muy fielmente la cuádruple ambientación: Océano Atlántico, Centroamérica, Inglaterra y España. Así, cortes como 'Ocean', 'Panama montage', 'In the jungle', 'Elizabeth and Thorpe' o 'Spain: King and Álvarez/Doña María' muestran la asombrosa capacidad de Korngold a la hora de describir la complejidad de las diversas situaciones. En un alarde de virtuosismo instrumental, El halcón del mar se muestra como una obra de increíble osadía en la que cada una de sus páginas traza un mapa melódico exuberante y lleno de momentos esplendorosos, resultando en definitiva todo un monumento musical irrepetible, perfecto partenaire a El capitán Blood.
La última colaboración entre Michael Curtiz y Erich W. Korngold tendrá lugar un año después con El lobo de mar (The sea wolf, 1941), película protagonizada por Edward G. Robinson, John Garfield y Ida Lupino, quienes interpretan, respectivamente, a un capitán de barco tiránico y a dos náufragos que acabarán siendo sus prisioneros. Insólitamente, Korngold se decanta por una creación mucho menos hiperbólica que sus aventuras marinas anteriores, aunque igualmente intensa en su sentido de lo sutil. Supone, en cierta manera, un cambio de rumbo en su lenguaje musical, ahora más melodramático y centrado en una incidentalidad serenamente frágil aunque muy oscura.