- Dimitri Tiomkin: 10 de mayo de 1894 (Kremenchuk, Ucrania) - 11 de noviembre de 1979 (Londres).
- Howard Hawks: 30 de mayo de 1896 (Goshen, EEUU) - 26 de diciembre de 1977 (Palm Springs, EEUU).
Orquestadores habituales: Paul Marquardt y Lucien Cailliet.
A pesar de haber colaborado tan sólo en 6 producciones, la repercusión histórica de las mismas hace que el tándem formado por Dimitri Tiomkin y Howard Hawks sea uno de los más emblemáticos del séptimo arte. Desde 1939, con Sólo los ángeles tienen alas, hasta 1959, con Río Bravo, su irregular pero intensa cooperación contiene algunos de los momentos musicales y cinematográficos más apasionados que la industria de Hollywood nos ha ofrecido, o, por qué no decirlo, regalado.
Dimitri Zinovich Tiomkin nació un 10 de mayo de 1894 en Kremenchuk, una pequeña ciudad del centro de Ucrania (en su origen parte del Imperio Ruso) con apenas 50000 habitantes en su momento. Su padre era físico y su madre (imagen) profesora de música y, como es obvio, su principal influencia a la hora de desarrollar sus capacidades artísticas. De joven estudió en el prestigioso Conservatorio de San Petersburgo, teniendo como principal valedor al gran compositor Alexander Glazunov. Por aquel entonces era asiduo visitante del café Homeless Dog, que frecuentaban a su vez Mikhail Fokine y Sergei Prokofiev. Su primer acercamiento al mundo del cine se produjo cuando, para costearse sus estudios, improvisaba al piano en las salas con filmes rusos y franceses mudos, lo cual significó un importante adiestramiento ante su futura aventura norteamericana.
Debido a la Guerra Civil que asoló a Rusia desde 1917 hasta principios de los años 20, Tiomkin, consciente de que su carrera como músico corría un serio peligro, decidió instalarse en la casa que su familia poseía en Berlín, donde estuvo desde 1921 hasta 1923. Durante estos dos años trabajó principalmente como solista de piano (célebre fue su interpretación con la Filarmónica de Berlín del Concierto para piano nº 2 de Franz Liszt) y como autor se centró en la escritura de piezas de salón y de concierto. Su creciente fama le llevó a realizar giras por el continente, afincándose entre 1924 y 1925 en París, principalmente porque, además del alemán, dominaba también el francés. Fue en la ciudad de las luces donde entró en contacto con el cantante ruso Feodor Chaliapin, que le animaba a visitar Estados Unidos debido a la creciente demanda de talentos. Sus conocimientos del vaudeville le pusieron en contacto con el empresario Morrist Gest, que le ofreció, junto a su amigo y también pianista Michael Khariton, una tournée por el país norteamericano, que se inició en 1925. Durante los primeros años ambos artistas fueron contratados por la compañía de ballet de Albertina Rasch, bailarina con la que acabaría casándose en 1926, recorriendo todo el país y empapándose de su cultura musical. Además, Tiomkin no dudó en aprovechar sus conocimientos de los grandes compositores contemporáneos rusos, franceses y alemanes para mostrar al público americano sus obras, hasta el momento aún casi desconocidas.
El hundimiento de la bolsa de Wall Street en 1929 provocó el fin de la compañía de ballet de Albertina Rasch y, por extensión, de sus giras, lo cual obligó al joven matrimonio a trasladarse a Hollywood, la meca de las oportunidades. Su espectáculo de danza Broadway night, que incluía una pieza escrita por Tiomkin, Romantic ballet, fue presentado en el estreno de la producción MGM de 1929 The Broadway melody, y feliz punto de partida de su relación con la productora. A finales de año ya habían participado ambos en tres musicales de la Metro, el primero de ellos protagonizado por Ramón Novarro, Devil-May-Care, en el que curiosamente también intervenía como bailarina la propia Rasch. La labor de Tiomkin se ceñía a la composición de la música de ballet.
El primer score original de Dimitri Tiomkin alejado de la temática de la comedia musical fue Resurrection en 1931, pero no sería hasta dos años después con Alicia en el país de las maravillas que la industria se percatara de todo su potencial como compositor cinematográfico. Su primera nominación al Oscar le llegaría con la producción de Frank Capra Horizontes perdidos, director con el trabajaría en cuatro largometrajes más y una serie de documentales sobre le Segunda Guerra Mundial. El preciado galardón le traería de la mano un contrato como jefe del departamento de música de Columbia. Fue, en realidad, su gran oportunidad de mostrar un estilo grandilocuente y profundamente enérgico, lleno de la pasión europea por la instrumentación poderosa y colorista.
En 1939 se puso al frente de la partitura de la película dirigida por Howard Hawks Sólo los ángeles tienen alas (Only angels have wings). El realizador nacido en Goshen, un pequeño pueblo del estado de Indiana de unos 6000 habitantes, a pesar de tener más de 40 años aún se estaba abriendo paso en el tortuoso mundo de Hollywood. Sí es cierto que era el director de películas notables como La comedia de la vida o, sobre todo, La fiera de mi niña, pero con solamente dos producciones de trascendencia aún le quedaba un largo camino hasta el definitivo reconocimiento. Antes de dedicarse por entero al mundo del cine, Hawks trabajó como corredor de coches y piloto de aviones, circunstancia esta última que le brindó la oportunidad de dirigir la mencionada Sólo los ángeles tienen alas. Ambientada en un indefinido país sudamericano, la acción se centra en un grupo de pilotos que forman una auténtica camaradería, a los que se une una joven norteamericana que quedará seducida por unos hombres apasionados por su arriesgada profesión. Protagonizada por un dramáticamente inusual Cary Grant (y destacando además la sensual intervención en un papel secundario de Rita Hayworth), la película apenas tiene score original; en realidad, el papel de Tiomkin se ciñó exclusivamente al prólogo, al epílogo, a la música diegética y a la emotiva escena del fallecimiento del personaje interpretado por el gran Thomas Mitchell, breves momentos musicales que son, en cierta manera, representativos de una época en la que, pese a las oportunas excepciones, los estudios no concedían excesiva importancia a la labor de los compositores.
Hawks y Tiomkin no volverían a colaborar hasta 9 años después con el western protagonizado por John Wayne y Montgomery Clift Río Rojo (Red River, 1948). Primera película de la llamada "Saga de los Ríos", formada también por Río Bravo y Río Lobo, en ella se narra la historia de la conflictiva relación entre Tom Dunson (John Wayne) y su hijo adoptivo Matthew Garth (Montgomery Clift), dos vaqueros que deben trasladar 10000 reses desde Texas a Missoury, en una aventura que nunca se había realizado hasta ese momento. Es un melodrama poderoso en el que destacan las interpretaciones de unos actores en estado de gracia (John Ford llegó a decir después de ver la película en relación a Wayne "Nunca pensé que este hijo de puta supiese actuar") y, en especial, sus espectaculares escenas de grandes espacios. Tiomkin ya tenía en su haber la experiencia de un western semejante desde el punto de vista de la superproducción, Duelo al sol, cuya magistral partitura compuso un año antes. En esta ocasión, el genio ucraniano firma una obra de arrebatada belleza y grandiosidad, apoyada en un carismático tema central desarrollado en forma coral e instrumental, y cuyo carácter épico huye de los tradicionales cánones del género, es decir, del estilo "americana" propio de Aaron Copland. De hecho, Tiomkin creó su propio sello con un acento muy personal e intransferible caracterizado por el protagonismo concedido al metal y a la percusión. Quizás su en ocasiones excesiva pomposidad ha hecho de su obra diana de acentuadas críticas, pues se consideraba que parecía desear situarse por encima de la historia descrita; sin embargo, nada más lejos de la realidad. La música de Tiomkin siempre se ha decantado por un intento de subrayar la trama para destacar sus virtudes pero sin exagerarlas. Con Río Rojo consiguió legarnos una pieza orquestal mayúscula, sin fisuras ni puntos débiles, en la que todo es pertinente y que hace resaltar aún más los innegables valores artísticos de un filme irrepetible. Tras ella, su relación con el cine del oeste marcaría una etapa histórica en la que sobresaldrán con luz propia scores posteriores como Solo ante el peligro, Río de sangre, Gigante, Duelo de titanes, El último tren de Gun Hill o El Álamo.
Un giro de 180 grados supuso el siguiente peldaño en la relación entre Hawks y Tiomkin. El enigma de otro mundo (The thing from another world, 1951) es un filme de Christian Niby, realizador que sólo dirigió 6 largometrajes y que consagró la mayor parte de su carrera al medio televisivo. No obstante, en El enigma de otro mundo contó con la colaboración no acreditada en la realización de Howard Hawks, que era al mismo tiempo productor y guionista. Alejado estilísticamente del reputado remake de 1982 de John Carpenter, La cosa, se trata de un largometraje que mezcla con notable ingenuidad terror y ciencia-ficción, aunque cuenta con momentos de sorprendente intensidad dramática. La música de Dimitri Tiomkin huye de lo previsible y se decanta por la atonalidad más enérgica. Pese a partir de un 'Main title' que parece querer repetir los moldes tradicionales imperantes en Hollywood, es decir, un tema melódico próximo a lo ligero, a los pocos compases se abre paso una temática abiertamente lúgubre y asfixiante en la que toma singular prioridad la figura del theremín, instrumento electrónico que es el padre de las bandas sonoras actuales del género de terror. Tiomkin, al igual que realizará el mismo año Bernard Herrmann con Ultimátum a la Tierra, despliega una serie de temas cuya incidentalidad alejada de lo tonal provoca en el espectador (u oyente) una sensación de desasosiego y angustia, todo ello mediante una orquestación en apariencia anárquica pero, en el fondo, muy sutil.
Río de sangre (The big sky, 1952) supuso una nueva cita con el western. Cinta de grandes espacios, muy al estilo de Anthony Mann, su mayor virtud reside en su naturalista descripción de la narración. En ella Kirk Douglas interpreta a un explorador que busca asentarse en un territorio dominado por las fricciones con los indios. Tiomkin dejó de lado la espectacularidad de anteriores propuestas como las ya mencionadas Duelo al sol o Río Rojo, para centrarse en un detallismo más tenue; así, su música se decanta por los personajes y menos por la acción, en un intento de potenciar las relaciones humanas. El hipnótico y elegíaco tema principal se repite bajo todo tipo de formas y define un score amable y sereno, fiel modelo de posteriores acercamientos al género tradicional estadounidense.
Tras dos comedias tan ligeras y efectivas como Me siento rejuvenecer y Los caballeros las prefieren rubias, Howard Hawks produjo y dirigió en 1955 su aventura más personal y arriesgada: la superproducción histórica Tierra de faraones (Land of the pharaohs). Contando con un más que holgado presupuesto para la época de casi 3 millones de dólares, recaudó poco más de la mitad en Estados Unidos y supuso su más importante desliz comercial como productor. El filme narra la historia del megalómano faraón Keops (Jack Hawkins), obsesionado por construir la pirámide más importante de la historia. La partitura de Tiomkin, al igual que en el caso de Hawks, constituyó en su momento su proyecto más ambicioso, para lo que contó con 6 orquestadores y una formación de 90 músicos, además de un amplio coro. Los 105 minutos de duración de la película fueron en su mayor parte subrayados por la música de Tiomkin, algo verdaderamente inusual en su momento (y muy común en los filmes actuales de gran presupuesto). Tomó como referencia la obra de los compositores rusos a los cuales admiraba (Prokofiev, Glazunov, Rachmaninof, Tchaikovsky), pero aportando su estilo propio, al que añadió las oportunas dosis de melodías tradicionales. Tierra de faraones es la cumbre de su carrera o, al menos, su obra más carismática en la década de los 50. Todos sus temas descansan en sólidos pilares rítmicos y, pese a correr el riesgo de poder resultar reiterativa al describir casi toda la acción, al final se convierte en una pieza musical grandiosa sin ningún momento superficial o cercano a lo presumible.
Tal fue el descalabro económico que supuso su aventura egipcia, que Hawks tardó 4 años en volver a dirigir una película y, como artista astuto que era, se decantó por la elección más segura comercialmente hablando, un western con estrellas como John Wayne, Ricky Nelson o Dean Martin: Río Bravo (Rio Bravo, 1959). Considerado por la mayoría de los críticos como una obra maestra del género, Río Bravo es un filme redondo en todos los aspectos, pero, sobre todo, por su envidiable capacidad de desarrollar el suspense a través del ingenio de los diálogos y de una ambientación perspicazmente comedida. En cuanto al score, Tiomkin sorprende por la simplicidad de su propuesta. Pese a contar con 8 orquestadores, a todas luces innecesarios, se trata de una obra que brilla paradójicamente por su sencillez instrumental y melódica. Su tema principal, 'Degüello', se convirtió con el paso de los años en un auténtico referente para la mayoría de los compositores de cine del oeste, y, en especial, para maestros como Ennio Morricone o Luis Enríquez Bacalov. El resto de la banda sonora juega con las sonoridades ligeras, casi pop (no en vano los protagonistas junto a Wayne eran dos famosos cantantes), a las que Tiomkin sazona con sutiles ritmos folclóricos e incidentales.
Veinte años de fructífera relación personal y profesional de dos genios de nuestro tiempo que, curiosamente, no fueron tratados por la industria de Hollywood con la misma justicia, ya que Dimitri Tiomkin consiguió ser reconocido con 4 Oscar (dos por Solo ante el peligro, Escrito en el cielo & El viejo y el mar, además de otras 19 nominaciones), mientras que Howard Hawks fue sólo nominado una vez al Oscar por El sargento York (aunque finalmente lo recibiría de manera honorífica en 1975). Hecho imperdonable por parte de una Academia que pareció olvidar obras maestras como Luna nueva, Bola de fuego, Tener y no tener, El sueño eterno, Río Bravo o ¡Hatari!
Dimitri Zinovich Tiomkin nació un 10 de mayo de 1894 en Kremenchuk, una pequeña ciudad del centro de Ucrania (en su origen parte del Imperio Ruso) con apenas 50000 habitantes en su momento. Su padre era físico y su madre (imagen) profesora de música y, como es obvio, su principal influencia a la hora de desarrollar sus capacidades artísticas. De joven estudió en el prestigioso Conservatorio de San Petersburgo, teniendo como principal valedor al gran compositor Alexander Glazunov. Por aquel entonces era asiduo visitante del café Homeless Dog, que frecuentaban a su vez Mikhail Fokine y Sergei Prokofiev. Su primer acercamiento al mundo del cine se produjo cuando, para costearse sus estudios, improvisaba al piano en las salas con filmes rusos y franceses mudos, lo cual significó un importante adiestramiento ante su futura aventura norteamericana.
Debido a la Guerra Civil que asoló a Rusia desde 1917 hasta principios de los años 20, Tiomkin, consciente de que su carrera como músico corría un serio peligro, decidió instalarse en la casa que su familia poseía en Berlín, donde estuvo desde 1921 hasta 1923. Durante estos dos años trabajó principalmente como solista de piano (célebre fue su interpretación con la Filarmónica de Berlín del Concierto para piano nº 2 de Franz Liszt) y como autor se centró en la escritura de piezas de salón y de concierto. Su creciente fama le llevó a realizar giras por el continente, afincándose entre 1924 y 1925 en París, principalmente porque, además del alemán, dominaba también el francés. Fue en la ciudad de las luces donde entró en contacto con el cantante ruso Feodor Chaliapin, que le animaba a visitar Estados Unidos debido a la creciente demanda de talentos. Sus conocimientos del vaudeville le pusieron en contacto con el empresario Morrist Gest, que le ofreció, junto a su amigo y también pianista Michael Khariton, una tournée por el país norteamericano, que se inició en 1925. Durante los primeros años ambos artistas fueron contratados por la compañía de ballet de Albertina Rasch, bailarina con la que acabaría casándose en 1926, recorriendo todo el país y empapándose de su cultura musical. Además, Tiomkin no dudó en aprovechar sus conocimientos de los grandes compositores contemporáneos rusos, franceses y alemanes para mostrar al público americano sus obras, hasta el momento aún casi desconocidas.
El hundimiento de la bolsa de Wall Street en 1929 provocó el fin de la compañía de ballet de Albertina Rasch y, por extensión, de sus giras, lo cual obligó al joven matrimonio a trasladarse a Hollywood, la meca de las oportunidades. Su espectáculo de danza Broadway night, que incluía una pieza escrita por Tiomkin, Romantic ballet, fue presentado en el estreno de la producción MGM de 1929 The Broadway melody, y feliz punto de partida de su relación con la productora. A finales de año ya habían participado ambos en tres musicales de la Metro, el primero de ellos protagonizado por Ramón Novarro, Devil-May-Care, en el que curiosamente también intervenía como bailarina la propia Rasch. La labor de Tiomkin se ceñía a la composición de la música de ballet.
El primer score original de Dimitri Tiomkin alejado de la temática de la comedia musical fue Resurrection en 1931, pero no sería hasta dos años después con Alicia en el país de las maravillas que la industria se percatara de todo su potencial como compositor cinematográfico. Su primera nominación al Oscar le llegaría con la producción de Frank Capra Horizontes perdidos, director con el trabajaría en cuatro largometrajes más y una serie de documentales sobre le Segunda Guerra Mundial. El preciado galardón le traería de la mano un contrato como jefe del departamento de música de Columbia. Fue, en realidad, su gran oportunidad de mostrar un estilo grandilocuente y profundamente enérgico, lleno de la pasión europea por la instrumentación poderosa y colorista.
En 1939 se puso al frente de la partitura de la película dirigida por Howard Hawks Sólo los ángeles tienen alas (Only angels have wings). El realizador nacido en Goshen, un pequeño pueblo del estado de Indiana de unos 6000 habitantes, a pesar de tener más de 40 años aún se estaba abriendo paso en el tortuoso mundo de Hollywood. Sí es cierto que era el director de películas notables como La comedia de la vida o, sobre todo, La fiera de mi niña, pero con solamente dos producciones de trascendencia aún le quedaba un largo camino hasta el definitivo reconocimiento. Antes de dedicarse por entero al mundo del cine, Hawks trabajó como corredor de coches y piloto de aviones, circunstancia esta última que le brindó la oportunidad de dirigir la mencionada Sólo los ángeles tienen alas. Ambientada en un indefinido país sudamericano, la acción se centra en un grupo de pilotos que forman una auténtica camaradería, a los que se une una joven norteamericana que quedará seducida por unos hombres apasionados por su arriesgada profesión. Protagonizada por un dramáticamente inusual Cary Grant (y destacando además la sensual intervención en un papel secundario de Rita Hayworth), la película apenas tiene score original; en realidad, el papel de Tiomkin se ciñó exclusivamente al prólogo, al epílogo, a la música diegética y a la emotiva escena del fallecimiento del personaje interpretado por el gran Thomas Mitchell, breves momentos musicales que son, en cierta manera, representativos de una época en la que, pese a las oportunas excepciones, los estudios no concedían excesiva importancia a la labor de los compositores.
Hawks y Tiomkin no volverían a colaborar hasta 9 años después con el western protagonizado por John Wayne y Montgomery Clift Río Rojo (Red River, 1948). Primera película de la llamada "Saga de los Ríos", formada también por Río Bravo y Río Lobo, en ella se narra la historia de la conflictiva relación entre Tom Dunson (John Wayne) y su hijo adoptivo Matthew Garth (Montgomery Clift), dos vaqueros que deben trasladar 10000 reses desde Texas a Missoury, en una aventura que nunca se había realizado hasta ese momento. Es un melodrama poderoso en el que destacan las interpretaciones de unos actores en estado de gracia (John Ford llegó a decir después de ver la película en relación a Wayne "Nunca pensé que este hijo de puta supiese actuar") y, en especial, sus espectaculares escenas de grandes espacios. Tiomkin ya tenía en su haber la experiencia de un western semejante desde el punto de vista de la superproducción, Duelo al sol, cuya magistral partitura compuso un año antes. En esta ocasión, el genio ucraniano firma una obra de arrebatada belleza y grandiosidad, apoyada en un carismático tema central desarrollado en forma coral e instrumental, y cuyo carácter épico huye de los tradicionales cánones del género, es decir, del estilo "americana" propio de Aaron Copland. De hecho, Tiomkin creó su propio sello con un acento muy personal e intransferible caracterizado por el protagonismo concedido al metal y a la percusión. Quizás su en ocasiones excesiva pomposidad ha hecho de su obra diana de acentuadas críticas, pues se consideraba que parecía desear situarse por encima de la historia descrita; sin embargo, nada más lejos de la realidad. La música de Tiomkin siempre se ha decantado por un intento de subrayar la trama para destacar sus virtudes pero sin exagerarlas. Con Río Rojo consiguió legarnos una pieza orquestal mayúscula, sin fisuras ni puntos débiles, en la que todo es pertinente y que hace resaltar aún más los innegables valores artísticos de un filme irrepetible. Tras ella, su relación con el cine del oeste marcaría una etapa histórica en la que sobresaldrán con luz propia scores posteriores como Solo ante el peligro, Río de sangre, Gigante, Duelo de titanes, El último tren de Gun Hill o El Álamo.
Un giro de 180 grados supuso el siguiente peldaño en la relación entre Hawks y Tiomkin. El enigma de otro mundo (The thing from another world, 1951) es un filme de Christian Niby, realizador que sólo dirigió 6 largometrajes y que consagró la mayor parte de su carrera al medio televisivo. No obstante, en El enigma de otro mundo contó con la colaboración no acreditada en la realización de Howard Hawks, que era al mismo tiempo productor y guionista. Alejado estilísticamente del reputado remake de 1982 de John Carpenter, La cosa, se trata de un largometraje que mezcla con notable ingenuidad terror y ciencia-ficción, aunque cuenta con momentos de sorprendente intensidad dramática. La música de Dimitri Tiomkin huye de lo previsible y se decanta por la atonalidad más enérgica. Pese a partir de un 'Main title' que parece querer repetir los moldes tradicionales imperantes en Hollywood, es decir, un tema melódico próximo a lo ligero, a los pocos compases se abre paso una temática abiertamente lúgubre y asfixiante en la que toma singular prioridad la figura del theremín, instrumento electrónico que es el padre de las bandas sonoras actuales del género de terror. Tiomkin, al igual que realizará el mismo año Bernard Herrmann con Ultimátum a la Tierra, despliega una serie de temas cuya incidentalidad alejada de lo tonal provoca en el espectador (u oyente) una sensación de desasosiego y angustia, todo ello mediante una orquestación en apariencia anárquica pero, en el fondo, muy sutil.
Río de sangre (The big sky, 1952) supuso una nueva cita con el western. Cinta de grandes espacios, muy al estilo de Anthony Mann, su mayor virtud reside en su naturalista descripción de la narración. En ella Kirk Douglas interpreta a un explorador que busca asentarse en un territorio dominado por las fricciones con los indios. Tiomkin dejó de lado la espectacularidad de anteriores propuestas como las ya mencionadas Duelo al sol o Río Rojo, para centrarse en un detallismo más tenue; así, su música se decanta por los personajes y menos por la acción, en un intento de potenciar las relaciones humanas. El hipnótico y elegíaco tema principal se repite bajo todo tipo de formas y define un score amable y sereno, fiel modelo de posteriores acercamientos al género tradicional estadounidense.
Tras dos comedias tan ligeras y efectivas como Me siento rejuvenecer y Los caballeros las prefieren rubias, Howard Hawks produjo y dirigió en 1955 su aventura más personal y arriesgada: la superproducción histórica Tierra de faraones (Land of the pharaohs). Contando con un más que holgado presupuesto para la época de casi 3 millones de dólares, recaudó poco más de la mitad en Estados Unidos y supuso su más importante desliz comercial como productor. El filme narra la historia del megalómano faraón Keops (Jack Hawkins), obsesionado por construir la pirámide más importante de la historia. La partitura de Tiomkin, al igual que en el caso de Hawks, constituyó en su momento su proyecto más ambicioso, para lo que contó con 6 orquestadores y una formación de 90 músicos, además de un amplio coro. Los 105 minutos de duración de la película fueron en su mayor parte subrayados por la música de Tiomkin, algo verdaderamente inusual en su momento (y muy común en los filmes actuales de gran presupuesto). Tomó como referencia la obra de los compositores rusos a los cuales admiraba (Prokofiev, Glazunov, Rachmaninof, Tchaikovsky), pero aportando su estilo propio, al que añadió las oportunas dosis de melodías tradicionales. Tierra de faraones es la cumbre de su carrera o, al menos, su obra más carismática en la década de los 50. Todos sus temas descansan en sólidos pilares rítmicos y, pese a correr el riesgo de poder resultar reiterativa al describir casi toda la acción, al final se convierte en una pieza musical grandiosa sin ningún momento superficial o cercano a lo presumible.
Tal fue el descalabro económico que supuso su aventura egipcia, que Hawks tardó 4 años en volver a dirigir una película y, como artista astuto que era, se decantó por la elección más segura comercialmente hablando, un western con estrellas como John Wayne, Ricky Nelson o Dean Martin: Río Bravo (Rio Bravo, 1959). Considerado por la mayoría de los críticos como una obra maestra del género, Río Bravo es un filme redondo en todos los aspectos, pero, sobre todo, por su envidiable capacidad de desarrollar el suspense a través del ingenio de los diálogos y de una ambientación perspicazmente comedida. En cuanto al score, Tiomkin sorprende por la simplicidad de su propuesta. Pese a contar con 8 orquestadores, a todas luces innecesarios, se trata de una obra que brilla paradójicamente por su sencillez instrumental y melódica. Su tema principal, 'Degüello', se convirtió con el paso de los años en un auténtico referente para la mayoría de los compositores de cine del oeste, y, en especial, para maestros como Ennio Morricone o Luis Enríquez Bacalov. El resto de la banda sonora juega con las sonoridades ligeras, casi pop (no en vano los protagonistas junto a Wayne eran dos famosos cantantes), a las que Tiomkin sazona con sutiles ritmos folclóricos e incidentales.
Veinte años de fructífera relación personal y profesional de dos genios de nuestro tiempo que, curiosamente, no fueron tratados por la industria de Hollywood con la misma justicia, ya que Dimitri Tiomkin consiguió ser reconocido con 4 Oscar (dos por Solo ante el peligro, Escrito en el cielo & El viejo y el mar, además de otras 19 nominaciones), mientras que Howard Hawks fue sólo nominado una vez al Oscar por El sargento York (aunque finalmente lo recibiría de manera honorífica en 1975). Hecho imperdonable por parte de una Academia que pareció olvidar obras maestras como Luna nueva, Bola de fuego, Tener y no tener, El sueño eterno, Río Bravo o ¡Hatari!